Todos se concentran en la crisis económica, y sin duda eso es explicable, pero muy pocos entienden que esta crisis económica es en realidad resultado de una crisis política, de un modelo ideológico que en 15 años ha llevado al país al desastre.
Hoy la economía boliviana no funciona por razones ideológicas y políticas: se ha impuesto al país un modelo basado en un Estado mediocre que concentra y monopoliza poco a poco todas las actividades y la economía de sus ciudadanos, despojándolos poco a poco primero de sus derechos y después de sus recursos y sus posibilidades autónomas de desarrollo.
El drama es que ya no hay soluciones económicas en el modelo fallido; si no quieren desaparecer no les queda mas remedio que tener el coraje de tirar por la borda una serie de mitos y muletillas de su “modelo” y decidirse a hacer lo que el país necesita, no lo que a sus gobernantes les conviene.
A propósito del enfermizo estatismo de un estado fallido, es verdad que la industrialización por ejemplo de los “tigres del Asia” se ha realizado con una marcada participación y estimulo del Estado, pero lo que no se dice es que antes de invertir en industrializar, esos gobiernos se centraron en la educación y los valores. Gastaron en algunos casos arriba del 35% en educación y difusión de valores, porque entendieron que el Estado que promovería la industrialización no podía ser un estado manejado por gente ignorante y peor aun corrupta. Eso no lo hemos entendido.
Solo un estado con gente proba puede conducir al desarrollo, pero aquí se ha hecho lo contrario: se quiere industrializar el país a partir de un Estado centralista, incapaz y corrupto que obviamente solo produce fabricas deficitarias. Los resultados están a la vista: cada nueva industria ha sido solo un festín para la corrupta burocracia.
Un modelo así no puede funcionar: teníamos un país modesto, con problemas y grandes limitaciones pero que poco a poco estaba encontrando su camino, siempre dentro de sus modestas pretensiones. Nunca nadie quiso ser Suiza o Dubai, esos son los delirios de los dictadores. Poco a poco, el país salía de ser minero para aprovechar mejor sus enormes recursos, su cultura, su agricultura, la habilidad de su gente, sus bosques, sus alimentos, sus frutos y sus paisajes. Pueblos antiguos salían poco a poco de su aislado hábitat para curiosear sin violencia ese mundo que compartían. Comenzábamos a reconocer el valor de la naturaleza preservando y valorizando paraísos come El salar de Uyuni, el Madidi, el Amboró el Tipnis y el bosque seco Chiquitano. Se comienza también a valorizar los aspectos culturales, la destreza y las habilidades de nuestra gente indígena y mestiza. Sus valores se estaban comenzando a expresar en esa llamada economía creativa o naranja. Mucha gente nos visitaba, para conocer este enigmático y bello país.
Todo cambió cuando se permitió que ese futuro se cambiara por otro que llegaba desde el Chapare con prepotencia, furia, amplificando las heridas que se había pretendido cerrar, como los del racismo y las desigualdades. Esas se convirtieron mas bien en el garrote no para que desaparezcan sino mas bien para controlar con esas para siempre el poder. Indígenas y Pachamama son quienes en realidad han pagado la peor parte de este nefasto experimento.
Entonces para concluir, no nos perdamos en los efectos de la crisis, que son económicos, vayamos a corregir las causas, que son políticas e ideológicas (el modelo de Arce). Si no lo entendemos, no saldremos del pozo.