El Proceso de Cambio pensó un Estado diferente, imaginó que el tiempo de las inclusiones sociales y los reconocimientos históricos habían llegado. Quienes estaban por fuera de la correcta representación política debían ser entonces, a partir de aquel momento, actores y no espectadores condenados a la servidumbre política (entiéndase servidumbre como el hecho no ser tomado en cuenta para la construcción de la agenda país y las decisiones por venir), una especie degradada de la ciudadanía que los había transformado en bolivianos, pero sin la cualidad necesaria e imprescindible de valer como ciudadanos. El proceso avanzó, con aciertos y errores, con contradicciones y carencias, pero plasmó una nueva sociedad sobre la base del reconocimiento de la otredad “molesta”.
El Proceso de Cambio tuvo un recorrer fragoso y repleto de peligros, los privilegios resistían y las frivolidades dañaban la rebeldía postergada. Se asumieron decisiones y aún se quieren evitar consecuencias, pero de todo, descuidaron que lo transformador tiene también sus espacios para quienes son restauradores, que en las revoluciones están parapetados los de enfrente, los de la otra orilla, esos que militan en la acera brumosa y difusa de la contra-revolución.
El regresionismo contra-revolucionario de lo social retarda las posibilidades de la convivencia pacífica de las sociedades. En colectividades heterogéneas, con culturas contrastadas y formatos de organización fuertemente disímiles, la convivencia exige ser planteada una y otra vez, sin final, pues la polarización desbordada imposibilita estructuralmente cualquier visión de desarrollo y progreso. Inclusión significa entonces, construcción conjunta de país.
En el año electoral de 2002, el ganador de aquellas elecciones, Gonzalo Sánchez de Lozada, tenía endosado los mayores males del momento político. La campaña electoral giraba sobre la crisis económica, la corrupción y el debate respecto de la capitalización y sus resultados. La creencia popular hablaba por entonces de la venta de las empresas estratégicas al capital extranjero; de la pérdida de los empleos; del horror de que el gas boliviano sea vendido por puertos chilenos sin beneficio para el país. Un escenario que después del olvido y el trabajo de la memoria dañada es presentado como fantástico y camino obligado hacia el cual debemos dirigirnos. Sin embargo, quedan los archivos, el 22 de octubre de 2001, la Agencia de Noticias EFE publica que, en Estados Unidos, “California confirma su interés en el gas boliviano”, a su vez el periódico local La Razón dejaba esta noticia en su edición del 1ro de noviembre del mismo año: “Firmas extranjeras buscan explotar las vastas reservas de gas natural”.
Stanley B. Greenberg, politólogo estadounidense que diseñó la última estrategia electoral de Gonzalo Sánchez de Lozada escribió en su libro “Mi campaña con Goni” una retrato del contexto de aquellos años que ya marcaban el final de ciclo del neoliberalismo y la vieja partidocracia: “el día en qué se oficializaron los cargos de sedición contra el Mallku y que Evo Morales estuvo un paso más próximo a perder su inmunidad parlamentaria, el servicio de inversiones Moody´s Investor Service dio una clasificación positiva de B1 a la inversión extranjera en Bolivia... ´El promisorio futuro de las exportaciones de gas a Brasil y a otros mercados´ permitiría a Bolivia alcanzar un estatus favorable en comparación a muchos de sus países vecinos. Lo que Moody´s comprendió es que había dinero disponible y esto alimentaba las ambiciones de unos y otros, dentro y fuera de la política, para controlar el gobierno... British Gas y British Petroleum con el grupo energético español Repsol YPF, además de Total-Fina y Elf, con Exxon, competían para llevar adelante el proyecto... Si el gobierno lograba implementar los dos proyectos de gas natural licuado para transportar el gas boliviano hacia Norteamérica, habría nuevas inversiones extranjeras por valor de 8000 millones de dólares. Los editoriales de los diarios aclamaban la posibilidad de que Bolivia se convirtiera en el segundo poder energético de la región, después de Venezuela. Los artículos especulaban que la mediterránea Bolivia probablemente debería usar algún puerto de Chile, enemigo histórico de este país... el presidente chileno Ricardo lagos se reunió con el presidente de Bolivia para discutir la ubicación de un sitio en la costa chilena por el que Bolivia pudiera exportar gas natural... El Año Nuevo de 2002 trajo consigo un acuerdo entre Bolivia y el consorcio internacional para exportar gas natural líquido (LNG) así Estados Unidos y México” .
La impaciencia encuestadora propiciada por la vieja derecha y auspiciada ahora también por la autodeclarada derecha capitalista junto a la parafernalia libertaria, quieren resituarnos en el final del gobierno de Jorge Quiroga, en el decadente segundo tiempo de Sánchez de Lozada y con un modelo que, pareciese, ya se los describía Greenberg por aquel entonces. Lo que vino fue la resistencia del otro país, que no comulga con el capitalismo caníbal del que habla Nancy Frazer.
La contra-revolución no se aproxima en entendimiento a que ese país ya no es posible, pero tampoco es de su interés, quieren el litio, el individualismo exacerbado, el ultramercadismo y el silencio de la sociedad. Orden le llaman unos, desregulación y Estado mínimo los otros. En definitiva, los grupos reaccionarios salen de su amnesia y vuelven a caminar por su esencia. Para convencernos hacen encuestas.