La tendencia Ghibli, su impacto ambiental y el problema de privacidad

La última tendencia en redes sociales puede tener serias consecuencias sobre la privacidad del individuo.

En los últimos días de marzo y primeros de abril, las redes sociales han sido inundadas por un fenómeno viral sin precedentes, la conversión de fotografías personales al estilo del aclamado Studio Ghibli mediante inteligencia artificial.

Esta tendencia, impulsada por OpenAI a través de una nueva función de su modelo GPT-4o lanzada el 25 de marzo, ha cautivado a millones de usuarios alrededor del mundo, quienes comparten masivamente versiones “ghiblizadas” de sus rostros, mascotas e incluso momentos familiares íntimos.

El fenómeno ha alcanzado tal magnitud que, según datos revelados por Sam Altman, CEO de OpenAI, la plataforma registró un millón de nuevos usuarios en tan solo una hora tras implementar esta función.

Un hito extraordinario considerando que en su lanzamiento original en 2022, ChatGPT tardó cinco días completos en alcanzar esa misma cifra.

La viralización no se ha limitado a usuarios comunes. Desde políticos como Tamaki Yuichiro, líder del Partido Democrático por el Pueblo en Japón, hasta el presidente francés Emmanuel Macron e incluso la Casa Blanca, han aprovechado la tendencia para difundir sus mensajes mediante imágenes transformadas al estilo del renombrado estudio japonés.

La fascinación por ver cómo nos veríamos en el universo de Hayao Miyazaki parece habernos cegado ante las potenciales consecuencias de esta aparentemente inocente diversión.

Sin embargo, expertos en privacidad y seguridad digital como el abogado Eduard Blasi han encendido las alarmas sobre los riesgos que conlleva este entretenimiento aparentemente inofensivo.

”Por favor, deja de subir fotos privadas al convertirlas al estilo del Studio Ghibli”, advierte Blasi con contundencia.

Su preocupación no es infundada, cada vez que subimos una fotografía personal para transformarla, estamos entregando voluntariamente información biométrica valiosa y única a los servidores de OpenAI, Meta, Google, ByteDance y cualquier otra plataforma digital “gratuita”.

”No solo estás entregando tu imagen, sino que estás regalando acceso a fotos personales, íntimas o únicas tuyas o de familiares que estás subiendo voluntariamente”, explica el letrado.

Lo más preocupante es que esta información no solo sirve para el propósito inmediato de generar una ilustración estilo anime, sino que alimenta los algoritmos de aprendizaje de la plataforma. ”Le estamos facilitando a la plataforma una mayor capacidad de aprovechamiento. OpenAI puede entrenar su algoritmo sin tantas complicaciones”, admite el abogado.

Este fenómeno guarda inquietantes similitudes con tendencias virales anteriores como FaceApp, que en su momento también causó furor permitiendo a los usuarios verse envejecidos mediante IA.

La situación plantea un dilema fundamental sobre el valor de nuestra privacidad frente a la tentación de participar en tendencias digitales efímeras.

Mientras muchos usuarios consideran que estas preocupaciones son exageradas y defienden que el entrenamiento de los algoritmos puede beneficiarnos a largo plazo, facilitando el acceso a información y servicios más personalizados.

Otros advierten que este es precisamente el peligroso mecanismo mediante el cual las grandes corporaciones tecnológicas acumulan cada vez más datos sobre nosotros sin que seamos plenamente conscientes de ello.

OpenAI, por su parte, ha aclarado en un comunicado publicado en su portal web que su herramienta busca evitar la réplica de la obra de artistas individuales. ”Hemos incorporado una restricción que se activa cuando un usuario intenta generar una imagen en el estilo de un artista vivo”.

Esta limitación no incluye a los estudios de animación como Ghibli, lo que ha generado otro frente de polémica relacionado con los derechos de autor.

En este contexto, el artículo 30-4 de la ley de derechos de autor de Japón ofrece un marco legal interesante, señala que no existe infracción si se utiliza una obra para alimentar o entrenar una herramienta de inteligencia artificial, pero si el objetivo es el uso o disfrute —como crear imágenes que repliquen un estilo específico— sí podría considerarse una falta.

Según esta legislación, una obra protegida se define como una “expresión creativa de pensamientos o sentimientos producidos dentro del ámbito literario, académico, artístico o musical”, lo que abre un debate sobre la protección del estilo visual distintivo del Studio Ghibli.

Para Hiro Kamigaki, ilustrador, fundador del estudio IC4 Design y ganador del León de Bronce en Cannes Lions 2017, la posición es clara, se infringen los derechos de autor porque se imita y difunde un estilo sin tener en cuenta la voluntad de los titulares de los derechos.

El ilustrador expresa además su preocupación por ”la facilidad y la rapidez de creación de la herramienta de ChatGPT debido a que podría generar mayores infracciones en el futuro”.

Mientras tanto, el propio Studio Ghibli ha guardado un silencio oficial sobre la controversia, aunque sí desmintió la circulación de un falso comunicado en redes sociales. ”Nuestra empresa no ha emitido ninguna carta de advertencia”, aseguraron a la cadena estatal NHK.

Esta ausencia de pronunciamiento contrasta con las conocidas declaraciones previas de Hayao Miyazaki, quien en 2016, al presenciar una demostración de animación generada por IA, expresó sentirse “profundamente disgustado”, calificándola como “un insulto a la vida”.

Esta discrepancia entre la postura del creador y la explotación comercial de su estilo plantea interrogantes éticos profundos sobre los límites de la inspiración y la apropiación en la era digital.

¿Hasta qué punto podemos justificar la replicación algorítmica de un estilo visual que es resultado de décadas de trabajo creativo humano? ¿Estamos trivializando el valor artístico al reducirlo a simples filtros instantáneos?

La ilustradora Saki Matsumoto, miembro de la sociedad de ilustradores de Tokio, ofrece una perspectiva interesante al respecto: ”La principal atracción de Ghibli no es su estilo visual sino las historias, los escenarios y los mensajes que transmiten. Es lo que ha impulsado su relevancia mundial. Creo que aunque se puedan recrear animaciones, ilustraciones o cómics que buscan imitar su estilo, no significa que esas obras vayan a ser igual de atractivas. Al contrario, podrían proliferar obras sin personalidad”.

Esta observación nos invita a reflexionar sobre un aspecto fundamental que a menudo pasamos por alto en la era de la inmediatez digital, la diferencia entre la superficie estética y el contenido sustancial.

Mientras nos maravillamos con la capacidad de la IA para replicar el trazo y la paleta de colores característica del Studio Ghibli, estamos ignorando que la verdadera magia de obras como “Mi vecino Totoro”, “El viaje de Chihiro” o “La princesa Mononoke” reside en la profundidad de sus narrativas, la complejidad de sus personajes y la riqueza de sus mensajes sobre la condición humana y nuestra relación con la naturaleza.

En este sentido, la moda de transformar fotografías personales al estilo Ghibli parece constituir una forma de apropiación superficial que, paradójicamente, descontextualiza y vacía de significado el legado artístico que pretende celebrar.

Al mismo tiempo, nos expone a riesgos de privacidad significativos que, en nuestra prisa por participar en la tendencia del momento, preferimos ignorar.

El impacto ambiental oculto de la tendencia Ghibli

Mientras las redes sociales se llenaban de ilustraciones generadas por inteligencia artificial al estilo Studio Ghibli, surgió una preocupación ambiental inesperada, el consumo masivo de agua que estas imágenes implican.

Según estimaciones recientes, en menos de una semana se habrían utilizado 216 millones de litros de agua para sostener la infraestructura necesaria que permite generar este tipo de contenidos, un volumen equivalente al consumo mensual de una ciudad pequeña.

Detrás de cada imagen creada con modelos como ChatGPT, Midjourney o DALL-E, se esconde una red de servidores que necesita mantenerse refrigerada constantemente.

Los centros de datos donde operan estas plataformas utilizan agua para enfriar chips de alta potencia, indispensables para procesar las solicitudes generadas por millones de personas en todo el mundo.

Según datos del Departamento de Energía de Estados Unidos, actualmente hasta el 40% de la energía consumida en estos centros se destina a sistemas de enfriamiento, lo que equivale al consumo eléctrico total del estado de California.

Pero además de electricidad, se requiere una enorme cantidad de agua. Los servidores alcanzan temperaturas elevadas y necesitan sistemas de refrigeración que funcionan trasladando ese calor hacia torres de enfriamiento, donde se disipa en forma de vapor.

Las estimaciones indican que una sola interacción puede consumir entre 0,5 y 2 litros, dependiendo de la extensión de la pregunta y del lugar desde donde se conecta el usuario.

La perspectiva a futuro es aún más preocupante, se estima que el uso de energía por parte de los centros de datos enfocados en inteligencia artificial podría triplicarse para 2028, aumentando proporcionalmente la demanda de agua.

A escala global, el crecimiento proyectado de esta industria podría requerir entre 4.200 y 6.600 millones de metros cúbicos de agua para 2027, una cantidad similar al consumo anual de Dinamarca o la mitad del Reino Unido.

Hacia una IA más sostenible

Hasta ahora, no existe ninguna legislación internacional que imponga límites o establezca políticas públicas de sostenibilidad digital.

Algunos gigantes tecnológicos han empezado a buscar alternativas. Amazon Web Services, por ejemplo, ha implementado el uso de aguas residuales tratadas en ciertos centros de datos. No obstante, la mayoría de las compañías aún depende del agua potable.

La necesidad de una inteligencia artificial más sostenible empieza a generar inquietud dentro del sector. Las principales líneas de trabajo apuntan hacia la optimización de algoritmos para reducir el consumo computacional, el uso de energías renovables y el diseño de nuevos sistemas de refrigeración más eficientes.

Frente a estos datos, surge una pregunta inevitable: ¿vale la pena consumir millones de litros de agua para generar imágenes digitales de alta calidad? Para algunos, la creatividad y el entretenimiento digital justifican este gasto. Para otros, se trata de un lujo insostenible.

La carrera empresarial y el auge de usuarios

Las cifras de crecimiento provocadas por esta tendencia han sido extraordinarias para OpenAI. Según reveló Sam Altman, CEO de la empresa, ChatGPT sumó un millón de nuevos usuarios en tan solo una hora tras el lanzamiento de la función de imágenes al estilo Ghibli.

Este dato resulta histórico si consideramos que cuando la plataforma se lanzó en 2022, tardó cinco días en alcanzar esa misma cifra.

Según los datos de Similarweb, el número promedio semanal de usuarios activos superó por primera vez los 150 millones en lo que va de año. La actualización del modelo GPT-4, junto con la viralización de las imágenes estilo Ghibli, ha disparado los ingresos por suscripciones, visitas y descargas.

A pesar de este auge, la función presentó fallas en su versión gratuita debido a la demanda masiva, lo que llevó a la compañía a aclarar que la función se limita principalmente a usuarios con suscripciones de pago.

Un nuevo campo de batalla digital

El fenómeno de las imágenes estilo Ghibli coloca a ChatGPT en una nueva posición dentro de la batalla por convertirse en el motor de respuestas conversacionales estándar.

Mientras Google desarrolla AI Overviews y Perplexity refina sus resúmenes sintéticos, OpenAI apuesta por un ecosistema donde texto, voz e imagen convergen en una única interfaz.

Esta estrategia le ha permitido a OpenAI posicionarse en el centro de la atención mediática, con personalidades y organizaciones de todo el mundo sumándose a la tendencia.

Desde el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hasta la Casa Blanca aprovecharon la viralidad de las publicaciones para difundir sus mensajes con este estilo. En Japón, políticos como Tamaki Yuichiro, líder del opositor Partido Democrático por el Pueblo, también compartieron imágenes en las que aparecen pronunciando discursos.

La viralización masiva de las imágenes estilo Ghibli plantea preguntas sobre la responsabilidad de los usuarios en el consumo de tecnologías de inteligencia artificial. ¿Qué rol pueden jugar los consumidores en la promoción de prácticas más sostenibles?

Los usuarios pueden desempeñar un papel clave a través de diversas acciones informadas y conscientes:

1. Reducir el empleo innecesario de plataformas de IA, al limitar las consultas triviales o repetitivas, especialmente en generadores de imágenes o modelos de lenguaje, se disminuye la carga en los centros de datos y, por tanto, el consumo de energía y agua.

2. Priorizar herramientas eficientes, optar por plataformas que usen energías renovables o sistemas de refrigeración sostenible, y apoyar a empresas que transparenten su huella ambiental, puede incentivar una transformación en la industria.

3. Cuestionar la necesidad del contenido, antes de generar imágenes o textos con IA, evaluar si existen otras soluciones que impliquen menor uso de recursos digitales.

4. Exigir transparencia ambiental, mediante comportamiento digital y presión en redes sociales, los usuarios pueden reclamar que las compañías informen sobre el impacto ambiental de sus tecnologías.

La tensión entre creatividad y sostenibilidad

El auge de las imágenes inspiradas en el estilo visual de Studio Ghibli ilustra el doble filo del desarrollo digital. Aunque permiten explorar nuevas formas de expresión artística, también dejan en evidencia el impacto ambiental que muchas veces se oculta detrás de una simple ilustración.

Como señala Hiro Kamigaki, ilustrador y ganador del León de Bronce en Cannes Lions 2017:

”Creo que nos encontramos en un punto de inflexión y siento que es necesario redefinir el significado y la estética de la ilustración creada por humanos”.

El debate sobre estos temas apenas comienza. Mientras OpenAI también enfrenta demandas por derechos de autor en varios países, su nueva herramienta, aun en fase de aprendizaje, podría aumentar las denuncias y profundizar la discusión sobre la creación artística en el futuro.

En este complejo panorama, la responsabilidad compartida entre empresas, legisladores y usuarios será fundamental para encontrar un equilibrio entre la innovación tecnológica, el respeto a la propiedad intelectual y la sostenibilidad ambiental.