Para calmar las turbulencias en el bloque opositor que amenazan con hacer naufragar el desafío de ofrecerle al país un candidato único en las elecciones del 17 de agosto, Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga y Carlos Mesa se apuraron en comunicar el acuerdo que alcanzaron para elegir al postulante de la “oposición democrática”, luego de que se cruzaron advertencias de traición al pacto firmado en diciembre de 2024 y de conexión funcional con el oficialismo.
Ahora, al estilo mexicano, tres encuestas simultáneas con cinco preguntas, las mismas en los tres estudios, definirán al candidato único, a fin de evitar que el segundo argumente un “empate técnico”. Difundir el acuerdo tuvo como objetivo disipar las dudas que ya se instalaron dentro y fuera del bloque.
Por fuera de ese esquema político-partidario-electoral, el panorama también ha sufrido un desajuste. Tras la sorpresiva alianza con Manfred Reyes Villa, lo primero que hizo el precandidato Chi Hyun Chung fue rechazar la “superencuesta” de Marcelo Claure anunciada como mecanismo de definición del candidato “no tradicional”. Chi no ha planteado una alternativa, lo que deja entrever una bravuconada.
Se mandó declaraciones misóginas que le causaron duras críticas en la recta final de la precampaña. Chi Hyun Chung le puso una dosis de incertidumbre a la manera en que finalmente se elegirá al candidato que parece que competirá con el aspirante del bloque y con el o los postulantes del populismo autoritario en decadencia.
Si así están las cosas en las oposiciones, en la vereda del frente un remezón interno ha puesto la candidatura a la reelección de Lucho Arce bajo un enorme y pesado signo de interrogación. Las repetidas postergaciones del congreso ordinario para modificar los estatutos del MAS y el diferimiento, también reiterado, de la fecha del encuentro partidario para oficializar al candidato son indicios del laberinto en el que se encuentran Arce y su pretensión electoral.
El distanciamiento del Pacto de Unidad arcista de la Casa Grande, los cuestionamientos de los nuevos mandamases del MAS a los escuálidos porcentajes de Lucho en las encuestas, el haber relegado al asesor principal para que la estrategia sea administrada por una ministra y una viceministra, las deserciones en el equipo de campaña antes de ser presentado y la desconfianza en el ministro que se ve presidenciable y actúa como tal han colocado la candidatura de Lucho Arce cuesta arriba.
Ni qué decir del aislamiento del jilata David, quien ha terminado, al menos por ahora, marginado de todos los planes electorales del oficialismo. Se habla de que se busca su jubilación política, pero en más de una oportunidad Choquehuanca ha mostrado ser capaz de reinventarse desde los sectores campesinos del occidente del país.
Quien ponen piedras en el camino de Arce saben cuánto le urge la nueva candidatura, ya sea para protegerse, proteger a sus familiares, completar la fase de la industrialización con sustitución de importaciones —con el litio casi olvidado— y reproducir el poder para seguir favoreciendo a la dirigencia y militancia del MAS, y a los allegados.
¿Cuál es la salida al laberinto? ¿Anular políticamente a los adversarios internos y externos más fuertes dejando a los funcionales? ¿Promover un nuevo binomio que eventualmente incluya a Andrónico Rodríguez? ¿Renunciar a su aspiración de reelección presidencial?
Mientras las conjeturas deambulan por los últimos pisos de la Casa Grande, Lucho y sus incondicionales intensifican la propaganda gubernamental con sesgo electoral. Puede ser el paso previo a la aparición de nuevos mensajes dirigidos a qué Luchito debe continuar.
Lucho y sus incondicionales también exhiben el respaldo de alcaldes y gobernadores, además del férreo control sobre el sistema judicial, comenzando por los cinco prorrogados del Tribunal Constitucional que recientemente anularon el carácter de facto de sus funciones y mostraron que siguen siendo el as bajo la manga en un escenario prorroguista, así se haya acordado lo contrario en la cumbre del martes 18 de marzo, un encuentro improvisado en su convocatoria y fracasado en sus resultados.
Lucho o Luchito no la tiene fácil. Nunca imaginó que desde el MAS, la sigla que finalmente le arrancó a Morales, y desde su gabinete le pondrían los obstáculos más dificultosos de sortear en su idea de ser el único candidato de la izquierda sigloveintiunera. Tal vez por ello, uno de los spots difundidos intensamente en estos días cierra con la frase: “Lucho a pesar de las adversidades internas y externas”.