Periodismo: ¿tirar la toalla?; resistimos en la tormenta...

“Los periodistas bolivianos andan ajuria”. Eso diría mi abuela para resumir la precaria situación en la que nos movemos los hombres y mujeres de la prensa: preocupados, correteados y presionados por los gobiernos de turno, acosados políticamente, desmotivados por la falta de empleo, por los contratos flexibles, los salarios bajos y sin seguro social y de salud; y sin esperanza de tener una jubilación digna, por los medios de comunicación tradicionales que poco a poco como estrellas cuando asoma el alba, se van apagando.

Eso revela un estudio realizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), la Asociación Nacional de Periodistas Bolivia (ANPB) y la Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo de Acción Social (Unitas) que muestra de cuerpo entero la situación económica, política y social del llamado mejor oficio del mundo.

Ocho de cada diez periodistas entrevistados en todo el país revelaron la inestabilidad laboral en la que viven, explicó Zulema Alanes, de la ANPB, expresando su preocupación por esa situación.

El informe señala que en varios talleres realizados principalmente casi todos los periodistas coincidieron que la forma de organización del trabajo, la configuración de las empresas, el tamaño de éstas, la contratación de periodistas y, en general, el panorama de los medios de comunicación, cambiaron definitiva y radicalmente tanto en términos cuantitativos como cualitativos, con relación al “modelo” empresarial vigente en los períodos neoliberal y en las dos primeras gestiones gubernamentales del MAS.

Asimismo, el estudio revela que poco más de la mitad de los encuestados (52%) trabajaba menos de 8 horas diarias, que significaría que la jornada de trabajo se habría flexibilizado dando lugar a empleos y trabajos de medio tiempo y otros que presentan generalmente un rasgo común: marginados del goce de derechos y beneficios laborales y de la protección social.

De igual manera, el 45% de los periodistas encuestados percibía un ingreso laboral inferior al salario mínimo nacional vigente en 2023 (Bs. 2.360) y el 27% ganaba entre uno a dos salarios mínimos, ingresos inferiores al costo de una canasta básica familiar, estimada por el CEDLA en alrededor de Bs.6 mil; el 66% carecían de un seguro de salud y el 91% no contaba con un seguro de vida, a pesar del agravamiento de los riesgos laborales debido a la coyuntura política altamente conflictiva.

También el sondeo revela que el 70% de los periodistas no aportaba al sistema de pensiones vigente, lo que significa que en el mediano y largo plazo no tendrá una pensión de jubilación ni prestaciones sociales que los proteja frente a accidentes y enfermedades laborales.

Es toda una tormenta, “perfecta” diría el periódico paceño “Página 7” al cerrar sus puertas, agravada ahora por la suspensión de la licencia a dos radioemisoras de El Alto contestatarias al gobierno y la venta del periódico Los Tiempos a una familia vinculada políticamente con el Movimiento al Socialismo.

Y así estamos en un momento en el que pensamos en tirar la toalla... o utilizarla para secarnos el sudor y continuar bajo el lema: “resistir, insistir y nunca persistir”, porque la historia del periodismo boliviano ha estado relacionado con la lucha desde la dictatura, desde que Mariano Melgarejo hizo fusilar a Cirilo Barragán en Oruro, desde que empuñamos nuestros carteles para exigir que en la Constitución Política del Estado se reconozca a nuestra Ley de Imprenta, hoy a punto de cumplir 100 años.

Y nuestra herramienta debe seguir siendo la denuncia como ha sido desde el 2011 cuando se aprobó la Ley No.164 que establece el régimen general de telecomunicaciones y tecnologías de información y comunicación que le permite al gobierno central del MAS manejar legalmente el 67% de las licencia de los medios y dejar el 33% para los privados.

Al fin y al cabo, no estamos en Colombia, México, Ecuador dónde en verdad se anda con el Jesús en la boca y lo que debemos hacer es seguir denunciando. “La vida no se trata de esperar a que pase la tormenta, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia”, dice la escritora británica, Vivian Greene.