“Vísteme despacio, que tengo apuro”

La frase, aunque sigue en debate su origen, es atribuida a Napoleón antes de alguna batalla; su sentido final es una invocación a la calma y la firmeza para hacer las cosas.

Parece necesario acudir a ella frente a la lectura de las encuestas y los posibles escenarios que se proyectan. Con un entusiasmante ímpetu deportivo, estamos escuchando conclusiones imaginativas en un momento en el que lo único cierto, es la dispersión del electorado entre las opciones electorales que están compitiendo, y cuando sólo faltan 46 días para el 17 de agosto.

Nunca en la historia electoral boliviana existió un manejo tan desprolijo de las candidaturas y las campañas. Mientras el presidente Arce reconoce que ya no puede garantizar la provisión regular de carburante, hasta el día de ayer existían dudas sobre la participación de algún candidato por falta de documentación formal. Frente a la debilidad de los partidos políticos y la desconfianza que existe sobre ellos, aparecieron modalidades que proponían suplir la organización por encuestas y primarias que dejaron en evidencia el descontrol y la confusión hasta llegar a un empresario que casi logra constituirse en el árbitro privado de la elección. La propiedad de las siglas abrió un mercado de oferta y demanda para quienes ávidos de representación y carentes de pueblo, arancelaron los cargos. La disputa sanguinaria por la sigla del MAS, facilitó que el destructor de las bases republicanas, Evo Morales, complique el conflicto con el desplante de sus pretensiones; y mientras el proceso se mantiene en un equilibrio precario, crece la personalidad de Oscar Hassenteufel, presidente del OEP, como garante solitario de este escenario.

Queda claro que al no haber un victorioso claro en el campo demócrata, el único camino que se proyecta es el de la constitución de acuerdos, reconociendo que el sistema político ha destruido el valor que ellas tuvieron y los ocasionales adversarios, sin diferencias ideológicas, son arrastrados por segundones a enfrentamientos irrelevantes.

Desde el punto de vista de la racionalidad, 4 serían las tareas de la urgencia.

La primera es reducir la especulación futbolística de la democracia para devolverle la condición de ciencia, escuela, forma de vida y normas de respeto y convivencia.

La segunda es una interpelación a la madurez del electorado que, sin negar el valor de todos los candidatos, pueda asumir ahora, la existencia de candidaturas posibles. Este aspecto lo veremos en las próximas encuestas.

En tercer lugar, está el pedido a los líderes políticos de respaldar ahora a quien estuviese en mejores condiciones para vencer al MAS, en cualquiera de sus versiones. A quienes propusieron y alentaron la iniciativa, ¿sirven las 5 encuestas realizadas o todavía no son suficientes para tomar una posición pública, antes del 17 de agosto?

Y finalmente, el compromiso, ahora, sin ningún condicionamiento ni chantaje, de respaldar al candidato que aparezca en el mejor lugar para conducir la transición democrática.

Parece tan sencillo, pero mientras tanto se van nuestros jóvenes al exterior en todo esto.