La COP29 empieza en Bakú con un llamado a “la cooperación mundial” por el cambio climático
Desde este 11 al 22 de noviembre se desarrollará la conferencia anual sobre el cambio climático (COP29) en Bakú, capital de Azerbaiyán
La conferencia anual sobre el cambio climático (COP29) se abrió este lunes en Bakú, capital de Azerbaiyán, con llamados a la cooperación mundial, bajo el impacto del triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos.
La gran cita anual del clima, bajo los auspicios de la ONU, se celebra mientras que el mundo se dirige a batir otro récord de temperatura.
“Nos encaminamos hacia la ruina. Y no se trata de problemas futuros. El cambio climático ya está aquí”, alertó en la ceremonia de apertura el presidente de la COP29, el ministro de Ecología de Azerbaiyán, Mujtar Babaiev. “Llegó el momento de la verdad”, añadió.
Pero Estados Unidos, el segundo emisor mundial de gases de efecto invernadero, podría volver a abandonar ese Acuerdo de París que sostiene todas las negociaciones, como ya hizo Trump durante su primer mandato presidencial (2017-2021).
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Trump, un declarado escéptico ante el fenómeno del cambio climático, podría decretar esa salida del Acuerdo de París al asumir el poder, decisión que se formalizaría un año después.
La COP29 debe demostrar que la cooperación mundial “no está en punto muerto”, declaró el jefe del organismo de la ONU para el Clima, Simon Stiell.
Meses de negociaciones
Durante meses los países asistentes a la COP29 han negociado un borrador de acuerdo para fijar una nueva cantidad de ayuda que los países desarrollados, los que históricamente han emitido más gases de efecto invernadero, deben entregar a los países más afectados. Esta cita se termina oficialmente el viernes 22 de noviembre.
En 2009, en la COP15 de Copenhague, se acordó que los países industrializados entregarían 100.000 millones de dólares anuales, en ayuda directa o préstamos multilaterales.
Ese volumen de ayuda se alcanzó con dos años de retraso, en 2022, y ahora los expertos afirman que se necesita como mínimo una cantidad diez veces superior.
Esa ayuda debe servir tanto para mitigar la emisión de gases de efecto invernadero, particularmente mediante una gigantesca reconversión energética mundial, como en la adaptación, es decir, la construcción de diques, la adaptación de los hogares a las temperaturas extremas, el uso de cultivos resistentes a las sequías...
Una región como América Latina emite menos del 10% de gases de efecto invernadero, pero es una de las que más impacto sufre por el calentamiento del planeta.
Los desacuerdos son profundos y las negociaciones sobre la agenda se prolongaron hasta la madrugada de este mismo lunes, alertaron observadores del centro de estudios C2ES.
El financiamiento de la lucha climática no es “caridad” sino “del interés de todos, incluidas las naciones más grandes y ricas”, insistió Stiell, quien pidió un acuerdo “ambicioso”.
Además de la cifra de la ayuda y del calendario, las naciones deben ponerse de acuerdo en quién paga.
En 2009 el grupo de países que asumieron los 100.000 millones de dólares eran poco más de 30, y China se quedó fuera.
Ahora la Unión Europea y Estados Unidos, entre otros, quieren que Pekín asuma parte de la factura, lo que se anuncia difícil.
China, el principal emisor de gases, cuenta con su propia agenda de ayuda climática. Y por otro lado domina grandes sectores de la reconversión energética, como los metales raros.
Países petroleros y anfitriones
El año pasado, en Dubái, los países lograron arrancar con dificultades una declaración final de la COP28 en la que se asumía, por primera vez, que los países debían emprender una “transición” hacia el fin de las energías fósiles.
Pero la Agencia Internacional de la Energía (AIE) recordó en su último informe anual que el 80% de la energía mundial sigue procediendo de esas fuentes (carbón, petróleo, gas).
Tras la apertura, la COP reúne cada año a los líderes mundiales durante dos días.
Pero este año no estarán presentes los grandes protagonistas del diálogo climático: ni el presidente estadounidense Joe Biden, ni el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, ni el francés Emmanuel Macron.
El ambiente de austeridad presupuestaria en los países ricos, las guerras abiertas en Ucrania o Oriente Medio y el resultado de las elecciones estadounidenses han ensombrecido las perspectivas diplomáticas.