¿Billetes nuevos o dinero nuevo? Serie B Entendiendo la emisión monetaria en tiempos modernos
En los últimos días, el Banco Central de Bolivia (BCB) ha puesto en circulación una nueva serie de billetes de 100 bolivianos, recién salidos de una imprenta ubicada en Malta. Como era de esperarse, el aroma a tinta fresca y la textura crujiente del papel moneda han despertado ciertas alarmas en la opinión pública: ¿estamos ante una nueva emisión inorgánica de dinero? ¿Está el gobierno encendiendo la famosa “maquinita” para financiarse a costa de la inflación?
Estas preocupaciones, aunque comprensibles, responden a una visión clásica, y ya superada, de cómo opera el dinero en la economía moderna. Para entender mejor la situación, es necesario diferenciar entre dos conceptos fundamentales: la reposición de billetes y la emisión monetaria inorgánica, o lo que en la literatura económica actual se denomina señoreaje.
Emisión inorgánica: un concepto con historia
En su versión más tradicional, se hablaba de emisión inorgánica cuando un banco central imprimía dinero sin respaldo alguno, ya sea en oro o en reservas internacionales. Este tipo de expansión monetaria solía estar vinculada a decisiones discrecionales del poder político, generalmente para financiar déficits fiscales. El resultado era predecible: un aumento en la cantidad de dinero en circulación sin un correlato en la producción de bienes y servicios, lo que generaba presiones inflacionarias.
Ese modelo monetario de respaldo en oro (o patrón oro) quedó atrás hace décadas. Hoy, el dinero es fiduciario: su valor no se basa en un metal precioso, sino en la confianza que las personas tienen en la autoridad emisora y en la estabilidad del sistema económico. Esto no significa que los bancos centrales puedan imprimir sin límites, pero sí que las reglas del juego han cambiado.
¿Qué es el señoreaje?
En el contexto actual, cuando un banco central crea dinero para financiar al gobierno, estamos ante una forma moderna de emisión monetaria conocida como señoreaje. En esencia, el señoreaje es el beneficio que obtiene una autoridad monetaria al emitir dinero que tiene un costo de producción prácticamente nulo (especialmente en la era digital), pero que se utiliza para adquirir activos reales, como bonos del Estado o incluso pagar gastos públicos.
En Bolivia, esto se traduce en una práctica concreta: el Tesoro General de la Nación envía una solicitud electrónica al Banco Central, y este responde con una transferencia de recursos que ingresa directamente a la economía. No hay imprenta, no hay tinta, no hay papel. Solo un clic y el dinero aparece en las cuentas del gobierno. Esta forma digital de expansión monetaria no se ve, pero se siente: en los precios, en la escasez de dólares, en las expectativas inflacionarias.

¿Y los nuevos billetes?
Entonces, ¿qué pasa con los billetes nuevecitos que están circulando? Lo que el gobierno ha hecho –y así lo ha explicado– es una reposición de billetes físicos deteriorados, lo que se conoce como canje técnico. Este proceso no implica necesariamente una expansión de la base monetaria. Si la cantidad total de billetes en circulación no aumenta, no hay emisión monetaria adicional, solo una sustitución de billetes viejos por nuevos.
Sin embargo, el problema no está en el papel, sino en los números invisibles del balance del BCB. En los últimos meses, el crédito neto del Banco Central al sector público ha aumentado considerablemente, lo que sí constituye una fuente real de expansión monetaria y, en el contexto actual de escasez de divisas y baja confianza, un factor de presión sobre la inflación.
Según el último informe del FMI, el financiamiento del Banco Central de Bolivia, al sector público boliviano, que incluye el gobierno central y las empresas estatales, es cercano a 140.000 millones de bolivianos. Esta en la fábrica de billetes electrónicos, que es una de las causas más importantes de la inflación.
Conclusión
La emisión de nuevos billetes no es sinónimo automático de inflación. Pero cuando esa emisión –aunque sea digital– se utiliza para financiar déficits fiscales persistentes sin respaldo en ingresos reales o crecimiento económico, sí estamos frente a un problema monetario serio. La inflación no comienza con el olor a tinta fresca, sino con la pérdida de confianza en la moneda. Y eso, en tiempos de billeteras electrónicas y códigos QR, es más difícil de ver, pero mucho más fácil de sentir.