Bolivia al mundo y el mundo a Bolivia: decisiones y oportunidades

El cambio de gobierno en Bolivia marca también una etapa de redefinición de la política exterior, luego de dos décadas de alineamiento ideológico y aislamiento diplomático. Este reajuste ocurre en un escenario global multipolar, más competitivo, más incierto y con una correlación de fuerzas en permanente reacomodo.

El mundo atraviesa una transición caracterizada por la disputa entre Estados Unidos y China por la supremacía económica, la reconfiguración de alianzas, la guerra tecnológica, el debilitamiento del multilateralismo y la creciente relevancia de los temas energéticos, ambientales y digitales.

América Latina, por su parte, vive un ciclo de nacionalismos liberales. No existe un liderazgo regional claro, los acuerdos de integración están debilitados y la agenda común parece diluirse. Aunque los países están virando hacia el neocapitalismo, en general, solo buscan administrar sus crisis internas antes que construir proyectos colectivos. Paradójicamente esta realidad se presenta en un mundo que necesita más que nunca los alimentos, la energía y los minerales estratégicos que abundan en nuestro subcontinente.

En ese escenario, las primeras decisiones del nuevo gobierno, evidencian que nuestro país ha decidido acercarse a los Estados Unidos y tomar distancia de los BRICS, lo que abre la puerta a una mayor cooperación técnica, acceso a mercados, programas de apoyo institucional y atracción de inversiones en sectores clave.

Aún está pendiente conocer cuál será la política respecto a la Unión Europea a la que se está minimizando, pese a que ha sido uno de nuestros principales socios y firmes cooperantes en temas de transición energética, cambio climático, derechos humanos e institucionalidad democrática. Alemania, Francia, España y Países Bajos son mercados estables para productos tradicionales y pueden serlo también para manufacturas y bienes agroindustriales. Bolivia no puede descuidar estos vínculos.

Respecto a Asia, las relaciones deben analizarse por separado. China continuará siendo un socio relevante, especialmente como comprador de materias primas y potencial inversor. No obstante, una dependencia excesiva implica condiciones financieras rígidas y escaso valor agregado para la industria local. Con India, la relación es incipiente pero prometedora. Su crecimiento económico, demanda energética y necesidad de litio pueden convertirla en un socio estratégico importante. Corea del Sur mantiene un rol discreto pero sólido: invierte con visión de largo plazo, es confiable y respeta las reglas. Con Seúl conviene profundizar comercio, tecnología e innovación.

En América del Sur, debemos replantearnos nuestra inserción regional. MERCOSUR ofrece oportunidades comerciales concretas, pero tiene sus propias contradicciones y nos demandará un proceso complejo y prolongado de adecuación normativa. La CAN es un mercado natural donde tenemos ventajas competitivas, aunque su dinamismo ha decaído. Será indispensable decidir si Bolivia debe integrarse plenamente o mantener solo beneficios parciales.

La relación con los países vecinos es un aspecto estratégico. Con Brasil y Argentina se requiere una negociación intensa, especialmente si consideramos nuestra estrecha interrelación comercial, cultural, energética y logística, además de los lazos históricos que nos unen. Con Chile es necesario mantener una relación pragmática, orientada al acceso portuario y la facilitación comercial. Con Perú conviene fortalecer la integración logística hacia el Pacífico, mientras que con Paraguay se puede avanzar en complementariedad energética y cadenas agroindustriales compartidas.

Un factor crucial en esta nueva etapa será el papel del nuevo Canciller, un profesional técnicamente idóneo, con buena formación y experiencia en organismos internacionales, que puede modernizar la política exterior y profesionalizar el servicio diplomático si cuenta con autonomía y respaldo político. La selección de Embajadores y Agregados Comerciales idóneos y capaces, que reemplacen a los actuales improvisados e ineficientes, además de la creación de oficinas especializadas en comercio exterior, atracción de inversiones y promoción del turismo, marcarán la diferencia.

También será determinante definir si el Presidente Paz asumirá un rol protagónico o tendrá una participación moderada. Lo ideal es que siga mostrando eficiencia en la gestión interna para generar confianza internacional, intervenga en objetivos específicos, y delegue al Canciller la ejecución de la política exterior.

Sobre todo, la gestión diplomática debe abandonar la retórica y convertirse en un instrumento de crecimiento económico y expansión comercial. Su éxito dependerá de la capacidad del gobierno para comprender el nuevo escenario global, elegir aliados estratégicos con visión de largo plazo y poner los intereses del país por encima de cualquier dogma ideológico. Solo así podremos recuperar nuestra proyección internacional y construir un futuro con mayores oportunidades.

*Ronald Nostas Ardaya es industrial y expresidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia