Este año, a poco de las elecciones generales del 17 de agosto, Luis Fernando Camacho dio el paso que no quiso dar en 2020, antes de los últimos comicios presidenciales que finalmente fueron ganados por Luis Arce, candidato del MAS-IPSP por acción del dedo de Evo Morales, cabecilla del fraude electoral en 2019, el verdadero golpe a la democracia que causó una rebelión popular, su renuncia a la presidencia y su huida del país.

Camacho argumentó, en ese entonces, que su pretensión política era ganar las elecciones del 18 de octubre y matizó con que, si no alcanzaba su objetivo, se dotaría de una potente bancada parlamentaria que lo encumbraría como jefe de la oposición y le arrebataría al MAS, después de 14 años de hegemonía política, los dos tercios en la Asamblea Legislativa.

Esgrimió sus razones luego de que la presidenta-candidata Jeanine Áñez y la alianza Juntos se bajaron de la carrera electoral de 2020, ante los bajos e irremontables porcentajes registrados en todas las encuestas electorales de esa época, una situación parecida en la que hoy se encuentra Lucho Arce.

Sin embargo, la bancada soñada se fragmentó ni bien se instaló en las cámaras de Diputados y Senadores, en noviembre de 2020. Los flamantes parlamentarios de UCS, partido que fue parte de la alianza Creemos, fueron los primeros en abandonar a Camacho para sumarse a la mayoría masista.

Otros hicieron lo mismo, después de que el MAS se dividió en dos facciones o armaron, junto con disidentes de Comunidad Ciudadana, una bancada no oficial que se puso al servicio de Manfred Reyes Villa. Pocos se han mantenido leales a Camacho hasta el tramo final del período legislativo 2020-2025.

Pero, el poder atrae e hipnotiza. Camacho, quien me imagino aprendió la lección de no dejarse guiar por sus primeros impulsos, ha decidido encarar el actual proceso electoral con altas dosis de cálculo político.

A diferencia de otros precandidatos opositores que declinaron en las últimas semanas y se decantaron por uno de los favoritos del bloque opositor —Tuto y Samuel —, el gobernador encarcelado hace dos años y dos meses en el penal de Chonchocoro dejó claro que esperará al ganador de la anunciada encuesta para apoyarlo “incondicionalmente”.

En anteriores artículos de opinión, anticipamos que el decantamiento, como proceso mediante el cual se reduce la cantidad de opciones y se fortalecen aquellas que tienen mayor apoyo popular, se daría en la búsqueda de ser parte del triunfo político-electoral y conseguir una representación más efectiva en espacios de poder.

El decantamiento puede llevar a la formación de coaliciones más fuertes, aunque también puede generar preocupaciones sobre la pluralidad y representación de diversas voces en las alianzas electorales. Dicho de otra manera, los que declinan esperan ser recompensados por el acto de “renunciamiento” y presionarán para que la recompensa se materialice en las listas parlamentarias o en cargos de un eventual futuro gobierno.

En el bloque opositor el decantamiento está favoreciendo a Tuto y Samuel. Por fuera de ese esquema, el beneficiado es Manfred. Falta conocer qué decidirán otros precandidatos como Chi Hyun Chung y Rodrigo Paz Pereira, quienes aseguran que en cualquier momento presentarán las siglas que posibilitarán que sus fotos aparezcan en la papeleta electoral.

El tiempo se acorta para la aprobación de la Ley de convocatoria a comicios generales de este año y la publicación del calendario eleccionario. El decantamiento electoral se intensificará, sobre todo para quienes no deseen quedar al margen del proceso. Quienes no han tomado partido aún por uno de los favoritos, seguramente están haciendo cálculos sobre las perspectivas y el costo político que enfrentarán apoyando a uno u otro.