Llevamos mucho tiempo seguido hablando y escribiendo de candidatos y candidaturas en Las Bolivias. (Un mordaz diría desde 2018 y un mesurado desde 2021). Que si habría primarias... con más de uno o “unito bastaría”... si serían cerradas o abiertas (¿recuerdan las de 2019?: fueron onanistas...y preocupantes para los partidos porque no votaron sus militantes: el MAS registró en el TSE 991.092 militantes pero tuvo 406.065 votos —el “especialista en matemáticas” del MAS [me refiero al vicepresidente, no al otro “especialista”, el de Economía] había dicho «calculo que con que votare entre un 50 y un 70 por ciento de nuestra militancia, yo estaría feliz. [...]. Si vota menos del 50 por ciento, me preocuparé» pero como votó menos del 40 %, se atragantó y enfurruñó después— y el MDS [DEMÓCRATAS] aseguró tener “más de 350 mil” inscritos pero sólo votaron poco menos de 14 mil...del resto no cuento); pero, a final de cuentas, no hubo primarias.
Asistimos a un MAS deshaciéndose entre la ilusión desesperada de volver y la no menos angustiada de no irse; siguiendo el paso de los silletazos a zancadillas, de ahí a bloqueos, luego marchas (deshojando margaritas: me voy..., me quedo..., me voy...) y de nuevo bloqueos (e incendios más, muchos). (De 2002 recuerdo que Jorge Lazarte [V] escribió en La Razón de entonces que el MAS era una reunión de pequeños grupos unidos por la única posibilidad de alcanzar el Poder; ahora entendimos que más que junte ha sido juntucha por el Poder ¡y por la hucha!). En fin que, quitando algunos pocos (seguro habrá) indígenas de lugares recónditos que aún creerán en Evo Salvación, Reivindicador del Mundo Indígena, la mayoría restante querrá volver a medrar o seguirlo haciendo (léase Fondo Indígena) o, siendo más pragmático, cobrar sus viáticos y honorarios de los bloqueos y marchas que (con esta crisis que golpea a los que no-medramos) no le será de mal ayuda.
¿Y de la acera de enfrente? Sin mencionar los rumbos de las oposiciones en la ALP, para los más no-MAS las concentraciones cívicas de inicios de 2023 en gran parte del país y los discursos entonces pudo parecer que el paro de 36 días de Santa Cruz (no hubo acompañamiento) y las protestas en Santa Cruz cuando la detención del gobernador Camacho fueron el inicio de una gran oposición que estaba creciendo (el pedido de renuncia de Arce fue una tontera total que sólo beneficiaba a Evo pero dejémoslo pasar: la euforia era mucho y “sonaba” bien en las consignas ese día). Pero todo fue agua de borrajas... O una chicha cortada.
Lo que no se puede negar es que, como después de lluvia, las oposiciones surgieron como hongos. (Los hongos pueden tener muchas virtudes —recordemos el Penicillium chrysogenum y su milagroso regalo; y el más antiguo conocido nuestro, el no menos salvador Saccharomyces cerevisiae— pero también pueden consumir —reducir— lo que medran, que para nuestro caso es recuperar la democracia).
Las cuentas han dicho de una veintena, tanto de «los viejos y los nuevos, los tradicionales y los renovadores» (como describió una amigo y colega de hace muchos años), que yo resumiría en «los que no quieren jubilarse (a pesar que la política y los electores ya lo hicieron, porque ellos “ya fueron”) y los que quieren llegar (siempre creo en las intenciones honorables)» y el pelotón «de los que proponen repetir las fórmulas fracasadas (no importa de qué dirección, porque de fracasos hablando, como en los MAS apuestan por seguir insistiendo en su receta fracasada, pueden preguntar al jilata trasnochado de las piedras amantes y los relojes que desmiden el tiempo) y los que sueñan revoluciones (mejor no violentas)», éstos los muchos menos.
En Bolivia tenemos la memoria de corto recuerdo (peor a la hora de votar) por eso no es malo hacer algunos recuentos: De los posibles candidatos “que suenan” (ninguno se ha lanzado al ruedo, aunque algún que otro aprendió de la gatita de Mari-Ramos) hay varios de los que ya en anterior columna he rememorado su recorrido de intentos presidenciales fracasados: Doria Medina (2005 —tercero, 7,79 %—, 2009 —tercero, 5,65 %— y 2014 —segundo, 24,23 %, su mejor performance—; en 1997 fue como vicepresidencial), Reyes Villa (2002 —tercero, 20,21 %— y 2009 —segundo, 26,46 %, el mejor de sus resultados), Quiroga (2005 —segundo, 28,62 %, su más alto—, 2014 —tercero, 9,04 %), Del Granado (2014 —cuarto, 2,71 %), De Mesa (2019 —segundo, por culpa del fraude 36,31 %— y 2020 por sí —segundo, 28,83 %), Chi Hyun Chung (2019 —tercero, 8,78 %— y 2020 —penúltimo, 1,55 %), Camacho (2020 —tercero, 14,00 %). Claro que hay muchos otros, pero (además de sus pocas posibles oportunidades de llegar a candidatear y muchas menos aun de lidiar por la victoria) no tienen récord de presidenciales (y no pocos de ellos de sólo sus intenciones).
(Estos días no puedo dejar de pensar en el viejo refrán que el pez por la boca muere: Primero Reyes-Villa afirmó que su acompañante —para la candidatura que no ha anunciado— sería «una persona joven y mujer del occidente» y que «varios ministros tienen que ser del oriente», lo que cayó como ninguneo en comentarios cruceños; días después, un dizque asesor político de Reyes-Villa, suelto de cuerpo definió a Santa Cruz como “cunumi, mestiza y de provincia”. Ser mestizo en muchos sentidos —y no en el implícitamente racista de esa mención— ha sido orgullo para la cruceñidad sin necesidad de pedigríes acomplejados y lo de cunumi puede reír sin ofender; pero provinciano ya De Mesa lo dijo del cruceño siendo presidente y le costó el rechazo contundente durante mucho tiempo —el cerrar el paso a Morales le mejoró el caudal a De Mesa en 2019 pero lo persiguió aún en 2020. Gafes que quedan, antes y ahora pues, como dijo el filósofo español Jorge Ruiz de Santayana: «Quién olvida su historia está condenado a repetirla»; esta frase hoy recibe a los visitantes en el bloque número 4 del campo de concentración Auschwitz I).
Queda mucho aún por decir.