Desinformación en la Contienda Electoral Boliviana

En la era digital, el campo de batalla político se ha expandido más allá de las plazas públicas y los debates televisados. Hoy, una parte crucial de la contienda se libra en el silencioso y vertiginoso mundo de nuestros teléfonos inteligentes y computadoras.

A medida que Bolivia se acerca a una nueva definición presidencial, un fantasma recorre las redes sociales, la desinformación.

Las noticias falsas, o fake news, se han convertido en un arma sofisticada y peligrosa, capaz de moldear la percepción pública y, potencialmente, el destino de una nación.

El fenómeno no es trivial. Una noticia falsa bien elaborada puede hundir la reputación de un candidato en cuestión de horas. Funciona apelando directamente a nuestras emociones más primarias, el miedo, la indignación, el prejuicio.

Se disfraza de periodismo, utilizando logotipos similares a los de medios de comunicación confiables, titulares impactantes y una narrativa simple que confirma sesgos existentes.

En el contexto de la polarizada política boliviana, donde figuras como Rodrigo Paz Pereira y Jorge “Tuto” Quiroga se disputan el liderazgo, una campaña de desinformación puede explotar las divisiones sociales, sembrar desconfianza y presentar a un candidato no como un adversario con un proyecto político distinto, sino como un enemigo de la patria.

El objetivo no es solo mentir, sino erosionar la confianza en las instituciones, en los medios y en el propio proceso democrático.

El caso que destapó esta caja de Pandora a nivel mundial fue el escándalo de Facebook y Cambridge Analytica. La consultora británica utilizó los datos personales de millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento para construir perfiles psicológicos detallados.

Con esta información, bombardearon a los votantes indecisos con publicidad microsegmentada, diseñada para influir en sus decisiones en las elecciones estadounidenses de 2016 y en el referéndum del Brexit.

No vendían un producto, vendían una percepción. Manipularon el sentir de la gente explotando sus esperanzas y temores más íntimos, demostrando que la información personal se había convertido en el recurso más valioso de la política moderna.

Este no fue un hecho aislado; tácticas similares de desinformación y manipulación digital se han replicado en procesos electorales en todo el mundo, desde Brasil hasta Filipinas, adaptándose a las particularidades culturales y políticas de cada país.

«Una mentira puede viajar por medio mundo mientras la verdad todavía se está poniendo los zapatos.» — Mark Twain

Esta frase del célebre escritor estadounidense resuena con una fuerza abrumadora en la actualidad. La velocidad con la que se propaga un rumor en WhatsApp o un video manipulado en TikTok es infinitamente superior a la capacidad que tienen el periodismo serio y las instituciones para desmentirlo.

Para cuando la verdad sale a la luz, el daño a la percepción del candidato ya está hecho y la duda ha sido sembrada millones de electores.

Entonces, ¿estamos indefensos ante esta avalancha de falsedades? No del todo.

Blindarse contra las fake news requiere un esfuerzo consciente y una dosis saludable de escepticismo. El primer paso es dudar. Ante una noticia sorprendentemente negativa o positiva sobre un candidato, debemos preguntarnos: ¿quién la publica?, ¿es un medio conocido o un portal de nombre dudoso?, ¿cita fuentes verificables?

Es fundamental diversificar nuestras fuentes de información y no depender únicamente de lo que nos llega a través de nuestros círculos sociales en línea, que a menudo funcionan como cámaras de eco.

Herramientas de verificación de datos (fact-checking), tanto locales como internacionales, son aliados cruciales. Tomarse un par de minutos para buscar una segunda fuente o verificar un dato antes de compartir puede ser el cortafuegos más eficaz contra la propagación del engaño.

En última instancia, la lucha contra la desinformación es una defensa de la democracia misma. Un voto informado es la piedra angular de un sistema representativo saludable.

Cuando la percepción de un candidato se construye sobre la base de mentiras, el proceso electoral se vicia desde su origen. La verdadera contienda electoral no debería ser sobre quién tiene la campaña de desprestigio más efectiva, sino sobre quién presenta las mejores ideas y propuestas para el futuro de Bolivia.

Como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de proteger la integridad de nuestro debate público, de exigir transparencia y de ser guardianes críticos de la información que consumimos y compartimos.

Solo así podremos asegurar que la decisión que tomemos en las urnas sea verdaderamente nuestra, libre de la sombra de la manipulación.