Estaba buscando información para escribir una columna sobre el exceso de municipios en el país, pero un sobrador artículo de un supuesto politólogo (del que abordaré adelante) me motivó a ampliar mi espectro de sugerencias electorales. Empecemos con los municipios.
Bolivia a hoy tiene 343 municipios; en 2020 eran 340 y desde entonces crecieron en Cochabamba, Potosí y Beni. Si la población del cuestionado Censo 2024 (a pesar de las críticas, el único dato oficial) dieron 11.312.620 habitantes, el promedio poblacional es 32.981 habitantes en cada municipio, una cifra que —al menos en apariencia— justifica un aparato ejecutivo (alcalde y oficiales o secretario) y otro legislativo (Concejos); pero no es así: los pocos recursos se despilfarran ineficientemente. Un pequeño cuadro nos ilustrará.

Este cuadro nos revela que el 17 % de los municipios de Bolivia (57) tiene menos de 5 mil habitantes; incluso 14 municipios (el 4 %) tienen menos de 2 mil (Yunguyo de Litoral tiene 882). Obviándolos como estructuras políticas (Alcaldías y Concejos) y las respectivas empleomanías (burocracias y salarios más recursos), estos municipios pequeños son candidatos a no ser prioridad para servicios fundamentales (educación secundaria, hospitales de primer nivel, planes de desarrollo) en contraste con agrupaciones con más población. (Una reducción de ellos para ser absorbidos por vecinos mayores, conllevarían que Cochabamba y Beni perderían cuatro municipios; Santa Cruz y Pando seis; La Paz cinco; Tarija uno; Potosí diez; Beni tres; Oruro quince, entre ellos Yunguyo de Litoral, y Chuquisaca dos pero no perderían población ni, por ende, recursos sino que serían más eficientemente administrados... o, al menos, más fácilmente auditados).
Mi pregunta es: ¿Qué proponen los candidatos para reestructurar estos tantos municipios y hacer más efectivos los resultados del Pacto Fiscal (entendiendo que se haga uno)?
El antes mencionado artículo (“Elecciones 2025: Otra vez el resentido debate del voto ciudad y voto rural”) apelaba a repetir el desacreditar la máxima democrática de un hombre, un voto, algo tan común de la izquierda del socialismo veintiunero, disfrazando sus argumentos en “derechos” de minorías y razones de igualdad (a pesar del contrasentido discriminador de ello), además de hablar de “resentimiento” de quienes entendemos tal en las circunscripciones electorales. Posiblemente los críticos veintiuneros que arguyen que es un planteamiento “neoliberal” desconocen —además de su origen griego— que es parte de las teorías que postuló Heinz Dieterich Steffan (supongo que siga en ellas aunque sus “padrinos” Chávez y Castro el Mayor murieran y sus sucesores no lo adoraran) para la democracia participativa que postulaba como base de ejercicio de la igualdad de decisión en sus prometidas y utópicas —distópicas realmente— sociedades del socialismo del siglo 21 (bajo el paraguas del desaparecido socialismo democrático, último experimento para salvar lo que había dentro de la Cortina de Hierro); carente que también soslayan, de paso, esta gran verdad cual aforismo «cuando a los dueños del sistema teóricamente fundamentado en el principio ‘un hombre, un voto’ no les gusta lo que vota el pueblo soberano, se encargan de burlar dicho principio para evitar que el pueblo soberano sea efectivamente soberano» (Laínz, J.: “Un hombre, un voto”, La Gaceta, 15/07/2024; las negrillas son del autor).
Dejaré esta discusión anterior para próxima columna, casándola —y abundado— en continuación de la anterior (“Pobres como ricos: algunas sugerencias preelectorales”) donde analicé nuestro exceso de legisladores nacionales (diputados y senadores).
No quiero acabar sin relevar en su justo valor el comunicado A grandes males, grandes soluciones emitido por la Conferencia Episcopal Boliviana del jueves pasado, 13 de marzo.
La Iglesia Católica en Bolivia —en todas Las Bolivias que vienen desde 1825 y las que fueron acoplándose o dividiéndose después— ha sido, en nuestra historia, factor de unidad y, muchas veces, contestaria —y por ello reprimida— con el Poder en usufructo: El dicenio masista han sido veinte años en los que cualquier crítica u observación sobre inquietudes sociales —justas siempre, sin dudas— de la Iglesia eran seguidas de reprimendas, “regreso confinado a conventos y templos” y otras por el estilo. (La urgente, solicitada y oportuna participación de la CEB como facilitador —acercador— del diálogo entre irreconciliables en noviembre de 2019 dio oportunidad a que esas mismas partes antagónicas dieran viabilidad a una Transición —lamentablemente fracasada desde muy inicio— que evitó una guerra civil pero, desde entonces, el MAS le colgó el sambenito de su enemigo político).
Con este mensaje, la CEB responde al Poder y da voz a muchos que no la tienen en medio de esta crisis y el desmoronamiento del Estado y denuncia que en «estos tiempos de incertidumbre y desafíos» las medias soluciones, los parches e incluso menos los discursos cargados de promesas irreales sean soluciones reales porque ésas que mencioné «no corrigen la situación fundamental que sufre el país: que es la crisis económica y social» a la vez que, con claridad y firmeza, reclama del Poder medidas y soluciones estructurales: «una transformación estructural hacia un sistema económico sostenible y no solo paliativos momentáneos que no solucionan el problema de fondo», ello en nombre de «los hogares bolivianos que no pueden ganarse la vida en sus trabajos sencillos y atender las necesidades de sus familias», conscientes los redactores del Comunicado que ese cambio estructural —cambio de fondo y no de forma— es el Réquiem del Modelo socioindianista que nos han impuesto.
Sin casi medios propios nacionales hace años —Presencia (fanal que fuera del mejor periodismo nacional, inclaudicable siempre) y Televisión Católica desaparecieron hace años—, este comunicado, reproducido por los medios sobrevivientes que comulgan con la verdad y la democracia —casi todos virtualizados—, debería ser difundido en Parroquias y capillas para calmar el hambre de Verdad, que es el de Su Palabra guiadora (como nos anuncian Amós 8:11-13; 1 Pedro 1:22-25/2:1-3 y Salmo 42:1-2) que es también hambre y sed de Justicia (Mateo 5 y las Bienaventuranzas).
Falta mucho camino y mucha buena compañía. Y la Verdad es siempre la mejor acompañante (Hebreos 13:5).