Mi visita a Marco Antonio Pumari en la cárcel de Cantumarca

Esta semana ha arrancado para muchos con mucha molestia, decepción y hasta desesperanza dado el fraude electoral ejecutado por el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. En Bolivia, muchos sabemos que el futuro de nuestra democracia depende también de la libertad de Venezuela, y por lo tanto, en redes se expresaba mucha indignación y tristeza por lo ocurrido. Pero debemos recordar que la desesperanza es justo aquello en lo que los dictadores quieren que caigamos, para aprovecharse de la misma y parecer invencibles, cuando no lo son. En momentos de inflexión al poder de un gobierno autoritario, la salida de la crisis no viene solo de la mano de un liderazgo brillante, como ya lo demuestra María Corina Machado en Venezuela, sino también de la fortaleza y sobre todo la resiliencia de la población. En el caso de Bolivia, dada la crisis económica y política, también hay mucha desesperanza sobre el futuro y necesidad de resiliencia, pero tenemos ejemplos en casa que quizás no estamos notando. Este sábado, tuve el gusto de visitar en persona a un preso político aquí en Bolivia, que creo que es uno de los ejemplos de esperanza y resiliencia más grandes que he conocido en mi vida: Marco Antonio Pumari.

Pumari se encuentra ahora preso en el penal de Cantumarca, en las afueras de la ciudad de Potosí, camino a Uyuni. Pese a que la sobrepoblación es común en cárceles bolivianas, es evidente desde la misma entrada a este centro presidiario que las condiciones aquí son aún más precarias que en otras cárceles en ciudades “centrales”. Marco Pumari comparte su celda con varias personas, en algunos casos más de 12, todas ellas en detención preventiva. Pumari duerme en el piso, como todos en el cuarto. Me comentó orgulloso, con una fortaleza envidiable, que tuvo la oportunidad en algún momento de tener un catre o cama en su celda, pero se rehusó porque no le pareció correcto. “No es justo que yo tenga mi cama si mis compañeros están durmiendo en el suelo, ¿no ve? Así que en el piso no más” me dijo, casi riendo al final.Aparte de dormir en el piso, Marco ha sido sometido a más tratos denigrantes específicos a él como preso político, dado su rol en las protestas del 2019. Me contó cómo fue secuestrado sin haber sido notificado previamente y sin que exista una orden de aprehensión en su contra, la cual el ministerio público hizo aparecer después de horas de su detención. Me comentó con detalle cómo se ha violado gradualmente el debido proceso en los juicios en su contra, y que hasta la fecha ha recibido poco o nulo apoyo de organizaciones de derechos humanos, locales o internacionales, para denunciarlo. Relató lo ocurrido durante los dos meses de estar detenido en la cárcel de San Miguel de Uncia ubicada en el norte de Potosí, a cuatro horas de la ciudad, en una zona de difícil acceso considerada bastión político del Masismo, donde Marco estuvo recluido intencionalmente como una tortura psicológica por más de tres meses. Allí es que él y muchos internos se enfermaron con un brote de COVID y nunca se les permitió el acceso a la salud. Y cómo nuevamente, ya en Cantumarca, tuvo otro cuadro aparentemente infeccioso ya que tuvo fiebre por días y tampoco se le permitió atención médica. Esto confirma un patrón que ya hemos visto al gobierno de Arce ejercer con otros presos políticos en Bolivia: La negación constante al acceso a la salud.

De igual forma, Marco Antonio Pumari de acuerdo a lo que me manifestó es sometido a torturas psicológicas constantes por funcionarios del gobierno de forma reiterada, pretendiendo que acepte su culpabilidad por los delitos que se le acusan y que acepte ir a un juicio abreviado. Marco recibe amenazas constantes de ser trasladado a un recinto penitenciario en La Paz, en una oportunidad incluso fue amenazado con ser trasladado a la cárcel de Mocovi en el Beni si seguía reclamando sus derechos. Funcionarios del gobierno le dijeron de forma clara que si no quería ser alejado de su familia y su tierra tenía que callarse. También denunció que en algunos casos las amenazas fueron más lejos, como atentar contra el bienestar de su familia y concretamente afectar la integridad de sus tres hijos, todos ellos menores de edad. Este tipo de tortura es el que también me contaron otros presos políticos que he visitado en el país. Nuevamente se mezclan el uso de la detención preventiva para la persecución política y la tortura psicológica a la persona detenida, diciéndole que está ahí porque quiere estarlo, en base a este monopolio del aparato jurídico por el gobierno del MAS.

De acuerdo al nivel económico de la persona, es posible en algunas cárceles que los internos tengan ciertos beneficios o privilegios. Este no es en absoluto el caso con Pumari, y me atrevo a decir que muchas personas no nos imaginamos las condiciones en las que vive, pero aún así, su temple, conducta y hasta humor me parecieron más positivos que el común en Bolivia. Más de una vez nos encontramos riendo dentro del cuartito de visitas donde me recibió, recientemente pintado por él y otros presos en su sección, denominada “Aislamiento F”. A lo Mandela, Pumari ha logrado convencer y organizar a sus compañeros de sección para limpiar y pintar su área, construir un senda de piedra y grava hasta la sección donde se encuentran “para que las visitas no se embarren en tiempo de lluvia”, y hasta remodelar su baño, que también me comentó con orgullo que posiblemente sea el baño más limpio de todo el recinto, en el cual hay una ducha que utilizan más de 60 personas. También me enseñó muchas cosas sobre la fe en la naturaleza humana: “La mayoría de las personas aquí detenidas son personas que han cometido un error, pero el humano puede aprender, puede cambiar, y pueden tener a futuro una mejor vida. Hay personas buenas aquí, la cárcel no es como la gente piensa”, me dijo, o lo que más me marcó, su convicción inequívoca que “La cárcel no es gratis, te enseña mucho, y estoy seguro que voy a salir de aquí habiendo aprendido de estos años, siendo un mejor líder y mejor persona”. Marco me dijo (anoté a mano): “En la cárcel o te destruyes o te levantas y yo decidí por mis hijos levantarme, estar de pie y no agachar la cabeza, porque por ahora seré un padre ausente pero jamás seré un padre cobarde”. Después de escuchar tanta esperanza y convicción, ¿Qué derecho tenemos los demás de rendirnos en la lucha por la justicia y la democracia en Bolivia, si dormimos en camas cómodas, tenemos acceso a agua y luz, duchas calientes, nuestras familias al lado, y tenemos libertad de movimiento y expresión hasta donde deseemos ejercerla, más allá del MAS?

Fue realmente una lección de humildad visitar a Marco, y eso es lo que quiero recalcar en esta columna: En la solidaridad con los presos políticos se aprenden invaluables lecciones, y deberíamos ser más quienes hacemos este trabajo en Bolivia. Pumari ha cruzado al otro lado del miedo y maneja su situación con calma, esperanza y positividad, pese a maltratos, torturas y amenazas. Actualmente Marco aún tiene un cuadro de salud relacionado a su sistema nervioso que requiere atención médica, pero su convicción en que la tortura psicológica que vive y su detención como tal no serán eternas me llenó de esperanza también. Me pidió que retorne a Potosí, que conozca más líderes potosinos y también me enfoque en la defensa del medio ambiente de su pueblo, hoy muy afectado por la minería, lo cual pienso cumplir. Y sobre todo, pido yo a quienes leen esta columna, desde periodistas, líderes de opinión, líderes políticos y activistas, que nos sumemos todos con visitas a presos políticos como Marco Antonio Pumari, porque ellos están sacrificando años de su vida por la defensa de nuestros derechos. Es lo mínimo que podemos hacer si queremos llenarnos la boca de palabras como “libertad”, “justicia”, y “democracia”: visitar, visibilizar y apoyar a quienes la están encarnando.