Bolivia sufre una crisis muy grave de orden económico, institucional, político y social, al mismo tiempo que el mundo atraviesa un periodo de cambios profundos en las relaciones internacionales, lo que hará aún más difícil lograr la apertura que el país necesita para conseguir el financiamiento, las inversiones y los mercados para nuestras exportaciones, a fin de conseguir las divisas que la economía nacional necesita para superar los problemas estructurales que originan la escasez de dólares. Frente a ello el profesor Eduardo Gamarra plantea el “pragmatismo estratégico” como nuevo marco para desarrollar las relaciones internacionales y también para labrar los acuerdos sociales y políticos de orden interno que una próxima gestión necesita forjar.
Gamarra, con quien sostuve una muy interesante conversación en mi Podcast, destaca que, con la presidencia de Donald Trump, los Estados Unidos y el mundo se alejan del multilateralismo que ha dominado la política internacional en las últimas décadas y se encamina hacía una política basada en relaciones bilaterales y personalistas, determinando una prevalencia del interés nacional en las relaciones internacionales frente al idealismo o las ideologías. Esto significa que en los próximos años el cálculo de estos intereses prevalecerán en las definiciones de la política exterior de las grandes potencias y bloques internacionales.
Alguien se preguntará que tiene que ver todo esto con la superación de la crisis boliviana. Mucho y quizás la palabra más repetida por los bolivianos desde el 2023 explica la respuesta: dólares. Si, por todo lado escuchamos que faltan dólares y esa escasez explica la carencia de combustible, el encarecimiento de los insumos para nuestra cadena productiva, la consecuente elevación de los precios de la canasta básica y la consiguiente generación de un malestar social que progresivamente se va incrementando.
En esto se cumplió aquello de que dato mata relato, pues, como una autoridad de gobierno reconoció Bolivia no puede imprimir dólares y hasta ahí llegó el alcance de veinte años de propaganda gubernamental sobre las bondades del “modelo”, puesto que se chocó con un muro infranqueable, no podemos imprimir dólares, o cualquier otra divisa internacional fuerte para el comercio internacional. Cierto, no podemos imprimir divisas, pero si podemos conseguirlas, mediante la atracción de inversiones, el crecimiento de las exportaciones a mercados internacionales, la prestación de servicios, como el turismo o el desarrollo de software, además de la gestión de financiamiento internacional para la salida en el corto plazo.
En este contexto es donde la ideologización de las relaciones internacionales de Bolivia se constituye en un obstáculo para el futuro en el corto plazo y la concreción de una estrategia de desarrollo basada en la atracción de inversiones y el crecimiento exportador en el largo plazo. De nuevo, el planteamiento del Dr. Gamarra, vuelve como guía para el futuro de una política exterior para afrontar tanto los desafíos y las urgencias de la crisis actual como la necesidad de forjar bases sólidas para un crecimiento sostenible. El pragmatismo estratégico le debe permitir a Bolivia reconstruir su relación con los Estados Unidos, al mismo tiempo que sostener una relación comercial con otras potencias como la China, por ejemplo. En mi opinión debemos también, priorizar las relaciones con nuestros países vecinos y Colombia, un mercado tradicional para nuestras exportaciones, y una relación económica solida con Europa que trascienda los esquemas de la cooperación internacional.
Como bien señala también Eduardo Gamarra, Bolivia también necesitará de mucho pragmatismo estratégico en lo interno. El país, debe lograr una transición pacifica de gobierno y un cambio sustancial de paradigmas económicos, políticos y sociales. Las reformas que se deben encarar para superar la crisis que sufrimos actualmente son profundas y exigirán grandes sacrificios a la población. Todos estos desafíos se deben afrontar en el marco de una polarización muy aguda, sin proyectos ni estructuras políticas consolidadas, con una institucionalidad democrática destruida y con una gobernabilidad que será muy compleja, pues, lo mas probable es que se tenga un parlamento elegido en primera vuelta y un presidente electo en segunda vuelta. En estas condiciones hará falta una gran capacidad de articulación política, decisión, serenidad y visión de largo plazo para estabilizar la economía, consolidar la democracia y el estado de derecho y reencauzar la nación hacía un modelo real de desarrollo acorde con las exigencias del siglo XXI.