Presidente Arce, inicie la transición

Las cosas no podían estar peor para el gobierno de Luis Arce Catacora a días de que el MAS-IPSP inscriba su binomio y otras candidaturas. A las som brías facetas de la crisis multidimensional, se suma ahora un generalizado sentimiento de pánico en todos los niveles del Ejecutivo, lo que tiende a paralizar aún más una administración que hace aguas por todo lado. Ya no se pueden ver entre ellos. Es el final.

¿Qué hacer cuando se acabe el poder, cuando se acaben las pegas? ¿Cómo van a vivir los privilegiados de las últimas dos décadas? Como ocurre en situaciones de colapso político, han comenzado a brotar los odios, las venganzas, las purgas... los bajos instintos entre unos y otros.

Quienes le dieron la espalda a Evo Morales sin pensarlo dos veces a partir de 2021, empezaron a hacer lo mismo con Arce. Se justifican afirmando que siempre impulsaron la renovación en el MAS y eso, según los saltinbamquis, los hace dignos seguidores de Andrónico Rodríguez, “el presidente de la nueva Bolivia”.

Están dispuestos y dispuestas a entregar información reveladora de su colega de gabinete, de su compañero de ministerio, de su yunta de oficina o de empresa estatal que pueda ser útil para el androniquismo e incluso para los frentes opositores, a fin de tener algún tipo de perspectiva a partir del 8 de noviembre.

Pero, como las malas noticias nunca vienen solas, la Casa Grande encargó encuestas flash, cada dos días, en las últimas dos semanas, para medir la percepción ciudadana sobre la gestión encabezada por Arce. Agárrate de donde puedas porque el rechazo habría alcanzado el 94%.

El dato es letal, pero no solo para el presidente. Amenaza con arrastrar al abismo a dirigentes de sectores sociales, jerarcas del Ejecutivo y del Legislativo, y a los nuevos mandamases del Instrumento Político. Algunos creen que la salida de emergencia es buscar ser candidatos del MAS o de otras opciones.

¿Qué ha provocado ese intento de salvación? Empantanamiento antes y después del 11 de mayo, la fecha en la que por fin las máximas instancias del Pacto de Unidad y del MAS iban a elegir al binomio oficialista y las otras 350 candidaturas.

Arce ha reiterado internamente que posee la sigla, el poder y los recursos de su lado para mantener a flote la opción de la reelección, pero pocos, muy pocos, ya creen en cantos de sirena que salen desde los últimos pisos de la Casa Grande.

No ha faltado quien ha intentado acercamientos con el androniquismo, pero la respuesta fue elusiva porque no quiere acabar impregnado con el descalabro y otros males aún por salir a la luz pública. Al arcismo le queda insistir con la candidatura de Lucho o iniciar la transición gubernamental que evite más abolladuras.

La crisis de los mil rostros se agudiza cada día y el pedido al presidente Arce no puede ser otro que inicie y dirija la transición para la entrega del poder a la finalización de su mandato (2020-2025), aunque algunos, a quienes les gusta enredarse en lo leguleyo, dirán que hay que esperar los resultados de los comicios del 17 de agosto y de una probable segunda vuelta.

Lo que no espera es la desesperación de la mayoría de la población que ya no encuentra dólares a menos de 14 bolivianos, dejó de comprar pan a 50 centavos en ciertas ciudades, debe pagar hasta 20 bolivianos por cada kilo de pollo y más de 70 bolivianos si busca un kilo de carne vacuna, y no encuentra un huevo en menos de 1 boliviano.

En estos seis meses de transición, entre mayo y noviembre, Arce debería concentrar sus energías y las de sus colaboradores leales —habrá quienes renuncien para candidatear— en acciones para evitar nuevas crisis de carburantes por falta de dólares para pagar a los intermediarios, impedir que se produzca el temido default, frenar la escalada inflacionaria por factores como el contrabando de productos a países vecinos, dejar de inaugurar plantas industriales inútiles y deficitarias, o aprobar normas que buscan aplicar regulaciones absurdas a los mercado de las criptomonedas.

Una tarea fundamental debería apuntar a garantizar mínimos niveles de gobernabilidad para que las elecciones generales se realicen un relativo ambiente de tranquilidad social, además de controlar que se atiendan eficientemente los desastres naturales, se eviten nuevas quemas de bosques y praderas, más avasallamientos de tierras y mayor contaminación de ríos por la minería ilegal, entre otras iniciativas.

El gobierno del presidente Arce Catacora se acerca al final y lo que corresponde es actuar con inteligencia, iniciando una transición ordenada, sin mayores sobresaltos, buscando que el daño que su gestión se autoinfringió en 2023, cuando tuvo todas las condiciones para relanzarse de manera integral y no quiso hacerlo, sea menos doloroso en el corto y mediano plazo.

Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.