De cara al 17 de agosto, los debates de los candidatos, las encuestas de los medios de comunicación, los videos en redes sociales, la democracia y, sobre todo, la economía son partes del proceso preelectoral que están en el cerebro político (emociones y razones) de los votantes y candidatos. Es decir, emociones políticas y razones técnicas interactúan entre candidatos y votantes. Por tanto, la campaña es un proceso complejo en la mente del elector. En este proceso complejo, la economía y la democracia están en juego.
El desastre económico y debilitamiento de la democracia son dos síntomas del proceso preelectoral boliviano. Las gestiones pasadas de Evo y presente de Arce, donde se tomaron pésimas decisiones políticas sobre la economía y se torpedeó a las instituciones de la democracia para fortalecer y proteger al presidente, han dejado muchas heridas emocionales y provocado caídas de emprendimientos. El “proceso de cambio”, el MAS y el Estado Plurinacional son conceptos políticos que generan animadversión en el cerebro político de los votantes. Andrónico, Del Castillo y Copa son hijos ideológicos de este ciclo político agotado.
En el corto plazo del nuevo ciclo político, el nuevo gobierno debe tomar decisiones políticas para cambiar la orientación económica del país. El debate económico actual gira en torno al ajuste fiscal, la reducción del tamaño del Estado (burocracia), eliminación de subsidios a los combustibles y el cierre de empresas públicas que no generan rentabilidad, y los préstamos con organismos internacionales. El votante quiere certidumbres económicas y los candidatos (opositores) deben hacer el mayor esfuerzo racional y gestión emocional para llamar la atención de los votantes indecisos que quieren que les solucionen sus problemas. El mensaje económico debe plantear una solución creíble, efectiva, viable. Los candidatos no están enviando mensajes creíbles, efectivos y viables.
La democracia está saludable cuando lo que está en juego en la competencia electoral (bajo reglas de juego) no es tan pequeño o tan grande. Sucede lo contrario cuando es muy pequeño porque no tiene efecto en la gente; muy grande porque impone un costo alto para el perdedor de la elección. En el caso boliviano, la democracia no está saludable por una razón: el costo de perder las elecciones para los candidatos del campo de la izquierda nacional-popular es grande, alto. 20 años de predominio político de un solo partido político genera costumbre, maña, riqueza y sentido de pertenencia en el Estado; de creerse el propietario del poder político porque supuestamente es un mandato natural, casi divino dirigirlo. Por eso, en 2025, está en juego recuperar la salud de la democracia en Bolivia.
La rabia por hacer colas para conseguir combustibles, el miedo a que los precios de la canasta familiar sigan subiendo y el temor a un nuevo fraude electoral, son emociones que predominan en el cerebro político de muchos votantes en este proceso preelectoral. La economía y democracia son parte de este juego de emociones en los votantes bolivianos. Recordar el pasado reciente molesta, pensar en el futuro provoca incertidumbre, observar el presente preelectoral genera inconformidad. Hay que salir de esta incomodidad.
*José Orlando Peralta es politólogo