Empezaré mi columna de hoy diciendo que no coincido con la idea que un excelente amigo —opinador y gran proponedor de ideas emprendedoras— escribió el otro día en un medio masivo que los que realizamos análisis debemos dejar hablar a los políticos y sus propuestas. ¡Si hubiera propuestas, amigo, también serían necesarias nuestras opiniones para aproximarlas a nuestros lectores! Pero, lo peor: ¡Propuestas no las hay! (Políticos sí pero, en el mejor de los casos, escasos mensajes con mucho de eslóganes). Por lo pronto, yo seguiré ¡A Dios rogando (porque haya propuestas y sean buenas) y con mi mazo dando! (mi opinión a quien quiera leerla y comentarla o criticarla, que para eso escribo).
Después de decir esto —que para algunos podrá considerarse un auto de fe aunque, confieso, sin ninguna saña mía sino serían de quienes hagan su propio sayo—, confesaré que, a pesar del desastre del país en que navegamos (y la inopia de sus gobernantes actuales), el que sea el año de los Bicentenarios de Las Bolivias (Las Patrias la denominó mi estimado amigo Carlos Valverde) me emociona y reafirma —como para los más de los deliberantes de La Plata— que hay un hilo conductor entre las aspiraciones de los que fueron por las independencias de las cinco Provincias (dízquese entonces también Gobernaciones) del Alto Perú en 1825 y la mayoría de nosotros hoy: con libertad, con justicia, con democracia y con respeto al emprendimiento y el trabajo (que son el desarrollo). Y con federalismo, como se coció en 1825.
Las diferentes Provincias alcanzaron ser independientes por separado en 1825: El 14 de enero Cochabamba; La Paz quince días después (el 29); el 14 de febrero lo fue Santa Cruz de la Sierra (así se denominaba la Provincia entonces, que abarcaba lo que hoy son los Departamento de Santa Cruz, Beni y Pando y los territorios que Melgarejo en 1867, Pando en 1903 y Montes en 1909 perdieron: 150 mil, 190 mil y 250 mil kilómetros cuadrados, respectivamente), mientras Potosí lo hacía el primero de abril y Charcas entre ese mismo día y el 7 de ese mes (el que sería Departamento de Oruro era aún parte de la Provincia de Charcas y Tarija aún no estaba entre Las Bolivias). De esa forma —con independencia de las conexiones entre los líderes de las Provincias independizadas de España y de su contacto con Bolívar y Sucre en Perú— cada Provincia, en 1825 era libres, autogobernados e independientes de la Corona ya antes del 6 de agosto de ese año cuando los deliberantes definieron un Estado del Alto Perú que existiría hasta el 11 de ese mes, luego convertido en la República de Bolívar entre ese 11 de agosto y el 3 de octubre (ambos, Estado del Alto Perú y República de Bolívar, por decisión de Bolívar estuvieron vinculados a los órganos políticos del Perú). Entonces el 13 de octubre, fecha de la creación de la República de Bolivia, es, por ende: el verdadero nacimiento del país.
Agradezco a la Profesora Paula Peña Hasbún, ilustre historiadora y amiga que enaltece, la profunda entrevista que dio a Ortiz Antelo en su ciclo De Frente, motivación de estas líneas anteriores
Estamos entonces en 2025, en una República de Bolivia —de la que ya he recordado en varias columnas anteriores que Bolivia es República en la Constitución vigente y que la etiqueta al uso de “Estado Plurinacional” salió de un Decreto Supremo (048/2010), documento legal que no puede sustituir un texto constitucional refrendado por el voto popular— que desde 1825 intentó ser Nación para sólo serlo en proclamas nacionalistas de 1952 (más chola que mestiza) y en las “plurinaciones” que no existieron (sólo en la ideologizada fantasía woke de neomarxistas e indianistas, éstos con falsas credenciales indigenistas) después de 2009; Nación ansiada que no ha podido crear un Estado (en igualdad de derechos y libertades, realmente mestizo y simbiótico, como de hecho lo somos) en estos doscientos años, como explicó Suárez Ávila en su ensayo “El MAS y la cuestión estatal en Bolivia” (Ideas&Debate N° 15, 2025). Momento éste —final de enero 2025— en que no sabemos lo que nos proponen (o propondrán, confío) los de los MAS ni de las oposiciones: Éstas aún sin líderes finalmente definidos (invalidando así lo que Capobianco Ribera afirmó en 2012 y Cacho Herrera recién de que “El candidato es el programa”) ni con propuestas claras (sólo algunos mensajes: ni programas para gobernar ni, aun menos, Proyectos País).
Un buen momento es para entender que Las Bolivias —las cinco de 1825 más Oruro, Tarija, Beni y Pando (descarto Litoral porque Bolivia no lo valoró antes y Morales lo enterró)— conformaron en 1815 un país, Bolivia, mestizo y múltiple, de hombres libres y emprendedores que no se amilanan; país uno y múltiple (pero no de fantasias plurinacionales). Celebrar los Bicentenarios de Las Bolivias es la mejor forma de entender lo que significa —y lo que falta aún— el Bicentenario del 6 de Agosto (o del 13 de Octubre: el espíritu es lo importante) de 1825.
Porque es triste que hoy Bolivia —y la mayoría de Las Bolivias— sea un País de Alasitas. Las Alasitas son la fiesta popular de la esperanza, de las necesidades insatisfechas, de las ilusiones expresadas en miniaturas que —en sincretismo andino— se ruegan a la deidad aymara de la abundancia, la fecundidad y la alegría: El Ekeko, pero es muy decepcionante pensar que uno de los más ricos Virreinatos de Hispanoamérica, el de Perú (con las riquezas del Alto y Bajo Perú), hoy, dos siglos después de la Independencia de España, no haya logrado integrarse (como demanda Ortiz Antelo en “Bicentenario: la integración pendiente”, Publico.bo, 28/01/2025) ni despegar su desarrollo al dejarlo centrado en la riqueza rápida y fácil (para la colonia y los caudillos de las repúblicas) del comercio (importador de la producción europea primero y estadounidense más después) y el extractivismo y obviando la sostenibilidad que daba la agricultura y la industria manufacturera que, en palabras de Alcide d’Orbigny (con Alexander von Humboldt verdaderos redescubridores de Las Américas), representaban «la fuente de toda prosperidad real». Hora de una vez —¡doscientos años después!— de (todos juntos) pensar en grande, sin demagogias populistas ni ideologías opresoras. Un país con propósito como lo reclama Peralta Beltrán (“Bolivia 2025: somos un país sin propósito”, Publico.bo, 29/01/2025).
Por último y casando con la última idea: Las intenciones de voto según Panterra. Aunque no hay candidaturas registradas, Rodríguez (éste es el no-candidato) y Reyes Villa encabezan las preferencias (el 27 % y el 26 %, respectivamente, entre seguros y posibles) pero si el Boque de DesUnidad se Une realmente, pudiera llegar al 46 % (entre seguros y posibles, sin Chi ni Marinković) y sin utilizar o proponer bloqueos (físicos por deficiencias de propuestas y de democracia: “Barricada a Branko”, BrujulaDigital, 31/01/2025), herencia de la Escuela Morales. Los únicos factores seguros que se desprenden del estudio son: a) el MAS desunido no tiene posibilidades, aunque fuera Rodríguez el candidato (y Evo dejara de hinchar las pelotas —las electorales, ¡claro!); b) Arce no tiene ningún posibilidad (ni sólo ni con todos los MASes detrás); c) Camacho (si pudiera terciar) no “existe” fuera de Santa Cruz (acá le asigno mucha solidaridad pero pocas convicciones); además, a hoy la próxima Asamblea va a ser una despelotera —parlamentaria, ¡claro!— para la gobernabilidad y el Presidente que salga sólo lo lograría en segunda vuelta. Pero para ello falta más de medio año y aún no hay candidaturas registradas ni programas básicos de promesas. ¡Y la gente no quiere espejitos ni cuentas de vidrio que se deshacen en la asunción!
Confiemos en la Divina Providencia —o en lo que usted crea.