Con el inicio de las campañas electorales, aparece la voz de los políticos y qué bien que así sea. Quienes realizamos análisis deberemos cambiar nuestra voz porque habrá acabado el tiempo de las propuestas desde la investigación y el estudio, y serán los candidatos quienes establecerán las agendas y los temas. Esa es la realidad.
Desde que Raúl Rivadeneira Prada escribió un clásico del periodismo de investigación electoral, “La guerra de los insultos”, publicado en 1980, y que relata lo que fue la campaña y la elección del año 1979, ha quedado al descubierto la conducta de agresión contra el adversario convertido en enemigo. Cuando Evo Morales en ejercicio de su máxima prepotencia resolvió por lo sano que no debatiría con los adversarios porque él lo hacía con el pueblo, dio otro paso hacia adelante para la imbecilización ideológica que redujo la verdad a la consigna y a recitar el breviario. Antes que ideas, para las que no había espacio al haberse impuesto también el miedo, el terror y la judicialización de la política, sólo quedaba el insulto y la descalificación.
Suponer que el escenario será diferente necesitaría un grado muy alto de ingenuidad frente a las razones que estamos constatando. Hemos identificado las razones de las confrontaciones y el número y contundencia de ellas y no nos permite suponer que pueda existir el reencuentro que la crisis demanda. Y así hemos llegado a este momento en el que la exacerbación y rispidez de los espíritus será el tono regular mientras el bullicio no dejará escuchar ideas; por ello, precisamente, tenemos que seguir en el intento.
Volviendo a la historia del Pensamiento Político mundial, y haciendo un esfuerzo de identificación del centro democrático entendido como el espacio en el que confluye la mayoría de las personas cuando se apela a su sentido común, encontramos que en Bolivia se expresa en liberalismo democrático, nacionalismo revolucionario y social democracia expresado en el pacto de unidad, que se enriquece con quienes se están adscribiendo.
Para facilitar el análisis, los extremos están siendo marcados por Evo Morales al plantear una insurrección armada para restablecer el proceso de cambio, y en el otro extremo, está el odio a los zurdos del derechista Branko Marinkovic. Entre ambos, discurren como actores en busca de libreto, el MAS tradicional que se reconstituye en torno a Andrónico Rodriguez, el populismo de Manfred Reyes Villa, el activismo confesional del Dr. Chi y un territorio de nadie focalizado en el Chapare.
¿Cómo establecemos los equilibrios con la Historia de Bolivia, la Guerra del Chaco, la Revolución Nacional y la recuperación de la democracia en 1982? He encontrado dos posiciones inteligentes por ser quienes pueden construir narrativa en el centro democrático. Rubén Costas se ha asumido liberal de izquierda y Tuto Quiroga ha reivindicado la figura del presidente Víctor Paz Estenssoro como líder de Abril y del ajuste de la economía; ambas declaraciones se han generado por encima de quienes tendrían la vocería oficial de la social democracia y de la revolución nacional. ¡Qué paradoja!
Carlos Mesa, con su renuncia a la presidencia allana un camino posible para fortalecer la candidatura de oposición contra el masista Andrónico Rodriguez; apelando a la racionalidad realiza una invitación implícita a los otros 17 precandidatos para que tomen una decisión sin tener que llegar a discutidas y enrevesadas primarias de resultado incierto. En ese nuevo escenario y abriendo un debate más allá de la presidencia, por ejemplo Carlos podría encabezar la lista al Senado y ser elegido presidente de la Asamblea, facilitando una complicadísima transición. Recuerdo que en 1943 hubo otro personaje notable y de autoridad moral, Franz Tamayo, que ocupó ese espacio en la Convención Constituyente y dejó la consigna frente al agotamiento espiritual que hoy intenta vencernos: “No pidan a la juventud otra cosa que amor y alegría. Cualquier otra edad no nos dará nada mejor.”
Y sin consultar a nadie, ¿no sería Vicente Cuéllar, el candidato para ocupar la vicepresidencia de la Unidad por la posibilidad que tiene de sumar academia y juventud universitaria para el control electoral?
Sobre estos temas, dos reflexiones. La ciudadanía necesita certezas y le haría bien a la democracia que todo lo que ocurra sea público y abierto. Y segundo, quienes están decidiendo por el camino de la Unidad, ya no tienen derecho a resolver sus diferencias fuera de ella, y sería una traición a la confianza que están pidiendo, terminar en una ruptura.