El pasado jueves 25, la Red UNITEL sacó su primera encuesta 39 días después de la primera vuelta electoral. No me voy a ocupar los porqués de las intenciones directas (sin eliminar residuales: blancos, nulos e indecisos) que ofrecen (ni voy a decir el sonsonete de los candidatos poco beneficiados: «la verdadera encuesta es en la urna» que es cierto pero que olvidan decir que estas fotografías electorales les permiten ajustar estrategia): 47,0 % para Quiroga Ramírez y 39,3 % para Paz Pereira (54,5 y 45,5 % de válidos, descartando residuales), que serán muy repetidas hasta la próxima encuesta (aún no anunciada); prefiero ir a algunos de los cruces estadísticos, que son los menos recurridos al analizar.
El primero que se me ocurrió es para ubicarme en el panorama de definiciones e incertidumbres ahora, a 24 días del ballotage, y en julio, similar período antes de la primera votación. Si tomamos los decididos en ambos momentos, hoy ya el 66 % de los encuestados ha decidido su voto versus el 43 % para la primera vuelta, lo que vale entender que ―con similar antelación de los comicios― ahora hay un 23 % más de decididos que en la anterior; tomando la misma antelación, para la del 17 de agosto hubo un 58 % de indecisos (sumadas las respuestas en primeras de agosto, la semana anterior, al votar) versus 13 % hoy. Un salto muy cualitativo.
En los problemas reconocidos como más acuciantes (falta de dólares, narcotráfico, falta de combustible, situación política e inflación) Quiroga Ramírez es reconocido como el más capaz de solucionarlo, con resultados respectivos del 66 %, 61 y 61 % y 59 y 59 %, todos valores superiores a su obtenida fotografía de votos válidos (ni decir con votos directos); la suposición más cauta es que Quiroga Ramírez no ha tocado techo (a no ser que haya un suceso catastróficamente irruptivo para su campaña), similar a los valores que también se obtienen para Educación, Medioambiente, Salud, Desempleo y Conflictos sociales: 58 y 58 %, 57 y 57 % y 56 %, respectivamente. (En los diez ítems analizados, Paz se queda por debajo de su proyección para votos válidos).
Me queda un cuarto tema a rescatar: los grupos de edades (o etarios), Paz Pereira sobresale entre los votantes de 45 a 60 años (el 44 %) mientras que Quiroga Ramírez lo hace entre 18 a 28 años (el 50 %), 29 a 44 (el 44 %) y más de 60 (el 49 %). Lo interesante es que el percentil de 18 a 28 años es el 19,5 % de la población (por ende, proporcionalmente del padrón actualizado), el de 29 a 44 representa el 23,5 % y el de más de 61 tiene el 10,8 %, mientras que el 45 a 60 años representa el 13,8 %, concluyendo que Quiroga Ramírez ―aclaro: para este estudio― se beneficia del denominado bono demográfico boliviano.
Seguramente habría mucho más que analizar: las migraciones de votos, los votos residuales (ahora, sin consigna de votar Nulo en el estudio esta categoría representa el 4,7 %, que es la cifra similar a entre el 4 y el 5 % que desde el 18 de agosto he defendido como promedio de nulos en las elecciones generales desde 1985, y que ―contra la tropa de opinadores y periodistas que, sin investigar, daban el beneficio del 19,87 % de total votos nulos en la vuelta anterior― insistí que el efecto Evo no estuvo más allá de entre el 14 y el 15 %). ¡Espanto mayor ha sido los que adicionaron a ese efecto Evo los votos blancos para los que no hubo consigna (ni incremento)!
Habrá más encuestas y más enconos. Ojalá no enturbien las urgentes alianzas o pactos democráticos imprescindibles desde noviembre.
No quiero acabar sin celebrar que, en vivo y directo, el expresidente del Senado Ortiz Antelo aclarara en UNITEL que el vicepresidente de Bolivia, como Presidente Nato de la Asamblea, no vota ni participa en los directorios de las Cámaras (sí en las sesiones conjuntas) porque su función es consensuar, dirimir y viabilizar, gafe entendible en Lara pero no en Paz Pereira, que ha sido senador actuante. Quizás lo de Capitán de la Asamblea les vino por ver sesiones del Senado de los EEUU, donde el vicepresidente sí de ese país interviene.
En un artículo difundido días pasados (“La violencia como arma política”), el analista Mateo Rosales Leygue previene de ese fenómeno disruptivo que enturbia muchos procesos electorales (como ejemplo: más de 320 ataques contra políticos en el año electoral 2024 en México, con 37 aspirantes asesinados). Afortunadamente, en Bolivia no hemos pasado de los insultos y la mentiras, magnificadas por los medios virtuales, en los que BoliviaVerifica verificó que «De los casi 900 contenidos sospechosos de desinformación revisados durante este periodo electoral, la mitad pudo ser evaluado por Bolivia Verifica y, de ellos, el 93% resultó falso o engañoso»; ejemplo de ello fue la “denuncia” de unos presuntos “guerreros digitales” trabajando para la candidatura de Quiroga Ramírez pero que, en realidad, las imágenes ni eran actuales ni correspondían a Bolivia, sino a una tienda vietnamita de equipos.
Como Carlos Hugo Molina Saucedo refiriéndose a los nuevos legisladores electos el 17 de agosto pasado: «¿Qué están esperando las mayorías parlamentarias victoriosas para evitar que el gobierno derrotado siga cometiendo atropellos?» (“Que la democracia tome el control de la Democracia”), deberíamos preguntarnos todos cómo podemos salvar Bolivia.