Terapeutas ciegos alivian el estrés y otros males con sus manos y abren puertas para las personas con discapacidad visual
Estas personas han desarrollado grandes habilidades, con las cuales llenan de esperanza y abren puertas para personas que se encuentran en la misma condición, por ello son considerados Bolivianos de Oro
No solo alivian el estrés, también son un símbolo de inclusión sin precedentes en Bolivia. Se trata de un grupo de personas que carecen de visión, pero que mediante su trabajo se han ganado un espacio en el área terapéutica.
Todo está en sus manos. Han desarrollado grandes habilidades, con las cuales llenan de esperanza a personas que se encuentran en la misma condición, por ello son considerados Bolivianos de Oro.
Según el instituto Max Planck, la visión es el sentido más importante, tanto que el 80% de la información que una persona recibe lo hace a través de los ojos.
Por eso la vida de estas personas ha cambiado desde que dejaron de percibir con su iris la luz del día.
“Cuando quedé ciega, pensé que mi vida era hasta ahí. Creo que ni ven nuestras hojas de vida y simplemente no tenemos respuestas”, relata Rosmeri Monasterios, quien ahora es masoterapeuta.
Perdieron la visión, pero, como un nuevo impulso a sus vidas, han redescubierto sentidos y hallaron inspiración en el tacto.
“Nuestras manos son nuestros ojos, con ellas palpamos, tocamos dónde tienen contracturas, dónde tienen el dolor, para que podamos trabajar un poco más preciso en este lugar”, Paola García.
En sus manos está una de sus grandes pasiones, su discapacidad no fue impedimento para aprender técnicas de masaje y fundar su Centro de “Alivio y Armonía”.
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“Me han hecho masajes de los pulmones, de los pies, de los brazos y me siento aliviada un poco. Estuve tensa en el cuello”, relata Cecilia Medrano, una de las personas que confía en el trabajo de estas personas.
Las manos de estos terapeutas alivian el estrés y los malestares leves; entregan no solo tiempo, también ponen a prueba su experiencia y sus ansias de superación.
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Son una llave que está abriendo enormes puertas que los libera del aislamiento.
“Hay que indicar a los demás compañeros con discapacidad que la vida no se acaba ahí, hay que continuar, hay alternativas que se pueden conseguir”, señala Daniel Márquez, otro de los masoterapeutas de este grupo.
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Oftalmología, en Bolivia existen más de 120.000 personas ciegas y otras 300.000 sufren de baja visión.
Miguel Nina, otro de los pacientes no duda en confiar en el talento de estas personas. “Han desarrollado su tacto y sus masajes son más penetrantes en la piel, en los músculos”, cuenta.
Recuerda que hace algún tiempo se accidentó, pero pudo recuperar su salud en corto tiempo. “Sus masajes me han ayudado bastante, con tres sesiones y ya estaba como nuevo”, destaca.
Este grupo de masoterapeutas ha comprendido que lo valioso no solo se ve, sino también se perciben y en ese derrotero se esfuerzan a fuerza de sus manos sin pausa ni descanso.