Entre la maternidad y un oficio estigmatizado: decisiones y desafíos

Este reportaje aborda un tema polémico y que pocas veces se aborda de manera integral, por ser un tabú

Publicación: Hace 2 horas
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El conflicto de la maternidad de las trabajadores sexuales es un tema que se aborda poco, por considerarse un tabú

Un catre, sábanas que dejaron de ser blancas, focos rojos para una luz tenue y Luz Clarita vestida de colegiala a sus cuarenta años. Afuera, cinco grados centígrados que recrudecen y al interior decenas y decenas de hombres recorriendo cada uno de los niveles del “Mil pisos”, uno de los lenocinios más concurridos de la ciudad de La Paz que se encuentra a muy pocos pasos de la Plaza San Francisco.

En este lugar la trabajadora sexual cubre su rostro con un barbijo. Para los clientes es Luz Clarita, en casa le dicen mamá. Dos de sus hijos tienen títulos profesionales de Medicina e Ingeniería y el último hijo estudia en un colegio particular.

Luz decidió ser madre muy joven cuando ya era una trabajadora sexual. Son dos décadas en esta labor. “Era mi única alternativa”, asegura. Trabajar mientras gestaba fue la etapa más complicada que sorteó gracias al apoyo y red de contención que tuvo con sus compañeras de oficio.

Su situación económica la llevó a mantener las prestaciones sexuales hasta los seis meses de nueve. La curva de su embarazo era tímida y fácil de esconder.

Cuenta que tras dos servicios realizados ya contaba con el dinero necesario para la carne y la comida del día.

El ser madre no solo fue decisión propia, como explica, sino que fue planificada. El único punto que debía resolver con más esfuerzo era la atención a los clientes. Ser trabajadora sexual no iba a impedir que ejerza su maternidad, cuenta. Aunque continuó por unos meses, llegó el momento de parar.

Las autoridades realizan controles, lo que no evita los riesgos
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Dejó de trabajar; los gastos continuaban. La última fase de su embarazo se aproximaba. Sus compañeras la apoyaron y la emplearon. Luz limpiaba las habitaciones donde se ofrecían los servicios sexuales, compraba las cosas que se necesitaban y se encargaba de cualquier otra actividad que le permitiera descansar y prepararse para recibir a su bebé.

”Aquí todas somos madres y pasamos por lo mismo, y cuando estamos embarazadas dejamos de ofrecer nuestros servicios y corresponde auto emplearnos y hacer de todo para no morir de hambre”, afirma “Mami” una mujer de avanzada edad que se encarga de la administración de otro de los pequeños cubículos en el lugar.

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La ciudad de La Paz tiene 755.732 habitantes de acuerdo al Censo Nacional de Población y Vivienda del 2024. En la actualidad, según datos de los últimos informes y encuestas realizadas por servicios departamentales de salud y el Ministerio de Salud en diciembre del pasado año hay 19.330 trabajadoras sexuales de las que el 85% pertenecen a organizaciones que las protegen el resto son jóvenes o quienes deciden ejercer el oficio de manera independiente aún con los riesgos que esto implica, pero también están las que son víctimas de proxenetas.

”Más difícil que el proceso del embarazo es la maternidad, debemos esconder nuestro oficio a los hijos; vivimos con el miedo de encontrar a alguien conocido en este lugar. Ojalá un día termine esto porque estamos expuestas no solo a las enfermedades de transmisión sexual sino también a otros contagios”, explica Luz.

Esta madre asegura que su sueño es dejar este trabajo cuando el último de sus hijos acabe sus estudios universitarios. Luz Clarita asegura que ser madre significó en su vida el ímpetu y ánimo para seguir trabajando. Luego de unos minutos de entrevista se retira pues un cliente la solicitaba.

Maternidad en el trabajo sexual

En otro espacio cercano, reducido y animado con parlantes a todo volumen, se encontraba Claudia. Ella también ejerció su derecho a la maternidad en medio del trabajo sexual. A sus más de treinta años asegura que las mujeres en su misma condición valoran más la maternidad por todo lo que implica.

Para Claudia hay un punto en el trabajo sexual en que se debe priorizar su bienestar y la de su bebé. En esas condiciones su trabajo tiene restricciones durante varios meses. A pesar de esa postura, hay hombres que las buscan y ofrecen altas sumas de dinero a cambio de cumplir uno de sus fetiches.

”Aquí no se puede trabajar si estás embarazada, en la puerta te controlan el carnet con las últimas disposiciones de nuestra organización. Pero sí hay quienes buscan chicas así. Les debe gustar o no sé pero hasta un cierto mes, después las chicas se cuidan”, detalla.

Miles de mujeres se dedican a este oficio, obligadas por la necesidad de trabajar
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En Bolivia el CDVIR (Centro Departamental de Vigilancia Información y Referencia) es la instancia dependiente de las gobernaciones que se encarga del control de las trabajadoras sexuales para entregarles y renovarles el carnet sanitario. Ese documento puede ser solicitado por la Policía en operativos.

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De acuerdo al informe de la dirigencia de trabajadoras sexuales, aquella mujer que dé positivo a una prueba de embarazo queda inhabilitada para el trabajo y se procede a la suspensión temporal de su carnet. Esto en cumplimiento del Artículo 9, protección desde la concepción, del Código niña, niño y adolescente ley 548 vigente desde 17 de Julio de 2014 “La niña y el niño tienen derecho a la vida y a la protección desde el momento de su concepción. El Estado adoptará medidas para garantizar su desarrollo integral durante la gestación”, señala parte de la normativa.

Rosario, representante de la Organización de Trabajadoras Nocturnas de La Paz (OTN), informó que tienen muchas luchas pendientes para terminar con la vulneración a sus derechos. Sin embargo a diferencia de otros países donde el trabajo sexual de mujeres en gestación es normal, en Bolivia se conserva los valores inculcados por los abuelos, ser madre significa que cambia el orden de prioridades, los hijos de convierten en la razón de vida y se hace lo que fuera para protegerlos.

De diez madres, ocho llevan adelante la crianza sin el acompañamiento de los progenitores. Según la OTN se registraron también casos aislados de servidoras que fueron embarazadas por sus clientes. Por cada tres casos, dos deciden interrumpir el proceso y una de ellas opta por continuar con la gestación. Y aunque aislados, también hay casos en que los clientes reconocen a sus hijos.

La Defensoría del Pueblo reconoce que no existe un protocolo o lineamientos específicos que aborden temas como atención prenatal adaptada, acompañamiento psicosocial. El CDVIR sólo realiza el control de las ITS y al verse en etapa de gestación las mujeres acuden al seguro universal o a médicos particulares sin develar a qué se dedican por temor a malos tratos.

Ninguno de los informes de la Unidad de Derechos Generacionales y Género se refieren al tema y se limitan a responder que no conocen de casos con estas características.

La presidente de Derechos Humanos, Virginia Ugarte afirma que analizarán la situación de las trabajadoras sexuales embarazadas y que harán un estudio de cuáles son sus necesidades y cómo afrontarlas. “Es una población vulnerable, gestionaremos con el gobierno departamental y alcaldía atención en salud pero también la creación de guarderías”, indica.

Ser madre en el trabajo sexual es complicado y un papel que deciden asumir conscientes de todo lo que significa aseguran las entrevistadas para este reportaje. Se trata de maternidades esperadas y que se asumen con conocimiento de todo lo que implica la crianza en solitario de un niño o niña.

“En este oficio tu instrumento de trabajo es tu cuerpo”, indica una de las mujeres. De ahí que el embarazo implica una situación diferente a la que se vive en otros oficios. Pese a las circunstancias, ellas eligen la maternidad y en red colaborativa sostienen sus decisiones.